Netflix presenta a Juan Gabriel como nunca antes; su vida en "Debo, puedo y quiero"

La documentalista María José Cuevas habla de la serie de cuatro episodios que muestra al Divo de Juárez como nunca antes

Juan Gabriel fue, sin proponérselo, una revolución cultural que desbordó los límites de la música. Su presencia desafiaba las etiquetas, y su obra unía a clases, géneros y generaciones.
Juan Gabriel fue, sin proponérselo, una revolución cultural que desbordó los límites de la música. Su presencia desafiaba las etiquetas, y su obra unía a clases, géneros y generaciones.

Hay artistas que se inventan a sí mismos y otros que se documentan para no olvidarse. Juan Gabriel hizo ambas cosas. Desde muy joven, mientras la mayoría apenas soñaba con un escenario, Alberto Aguilera Valadez ya había tomado la cámara para registrar su propio camino.

Fue así como el artista filmó, grabó y guardó cientos de horas de material. Se registró frente al espejo, en camerinos, entre ensayos, al amanecer, en soledad, con sus hijos y rodeado de amigos o fans.  Durante cuatro décadas acumuló una memoria visual inmensa: cintas de Súper-8, videos en VHS, grabaciones en Betacam, Mini DV, fotografías, audios caseros y hasta llamadas telefónicas

Todo eso más de mil horas de material, que él mismo reunió sin saber que sería su testamento artístico se convierte ahora en el corazón de "Debo, puedo y quiero",  la serie documental de cuatro episodios que llega a Netflix este 30 de octubre, bajo la dirección y producción de María José Cuevas.

UN RETRATO HECHO POR EL PROPIO JUAN GABRIEL

Lejos de las biopics complacientes o las series de ficción que deforman el mito, esta producción construye un retrato íntimo, honesto, casi confesional. No hay narradores que interrumpan la voz de su protagonista. Es Juan Gabriel quien, a través de su archivo, cuenta su vida y su obra, su lucha y su arte, sus luces y sus sombras.

El resultado final es una obra que conmueve por su sencillez. En los cuatro episodios desfilan la infancia y la pobreza en Parácuaro, los años duros en Ciudad Juárez, la llegada a la fama y la conquista del mundo, pero también los momentos domésticos, los ensayos improvisados, los silencios, las risas, los gestos que ninguna entrevista habría registrado. 

Hay imágenes de Juan Gabriel bañándose, escribiendo canciones, cocinando y observando el atardecer desde una ventana. No hay máscaras ni artificios: sólo el hombre que, por primera vez, se deja mirar desde dentro.

Juan Gabriel fue, sin proponérselo, una revolución cultural que desbordó los límites de la música. Su presencia desafiaba las etiquetas, y su obra unía a clases, géneros y generaciones