El arte de devolver la vida al calzado
Gente olvida aquellos tiempos cuando en cada barrio había un zapatero, dice Parra Díaz
Germán Heraclio Parra Díaz es de oficio zapatero.
Y es también la persona que orienta cómo conservar aquel zapato al que la persona le toma cariño y que no deseas desechar, porque puede arreglarle la suela y la pintura.
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Es un oficio muy antiguo pero que se sigue ejerciendo. La ventaja de un zapatero es que puede renovar la vida de un zapato que ya se pensaba tirar y recurrir a ellos significa ahorrar dinero ya que el renovado de un calzado no sobrepasa los 140 pesos.
En Reparación de Calzado Abundios fabrican botas y zapato ortopédico, pero a lo que más se dedican es a la reparación de calzado, en el centro de la ciudad, por la calle 5 de Febrero casi esquina con Hidalgo.
“Un zapato ya bien pegado, con costuras nuevas y entintado te puede durar varios años, pero por iniciativa la gente los tira, cuando tienen reparación y el costo es mínimo porque ahorita un zapato es caro, no bajan de mil pesos y una reparación cuesta 140 pesos”, expresa.
Dentro de las cosas que un zapatero puede reparar están las maletas, zapatillas, bolsos, chamarras cinto y tenis.
El oficio le viene por un familiar suyo con 25 años de zapatero y de su padre quien ejerció lo que define como una especialidad que mucha gente va dejando en el olvido pero que permite vivir día a día.
Para la reparación de un calzado, el zapatero debe de dominar varias herramientas, empezando por una a la que le llama “pata antigua”, una especie de yunque de fierro vaciado donde se clavan suelas y además una serie de máquinas de coser cada una con distinta especialidad.
Las máquinas sirven para coser suelas de botas, otras son para hacer costuras y reparar cierres de zapato, otra cuya función es para arreglar el zípper de los bolsos y maletas.
Hay otra que se llama banco y su función es lijar las tapas de zapatos y zapatillas y por último la que cose piel y las tapitas.
Cuando un zapato queda ajustado, el zapatero es la persona que puede hacer la horma para que ese calzado no lastime el pie.
“Me he dado cuenta que la gente se va olvidando, pero también hay gente que cuando pasa se acercan y expresan que es como en los años sesenta o setenta, o como la que hubo en su colonia y sí, somos un negocio como aquellos que existieron en Ciudad Obregón cuando en cada barrio había un zapatero”, concluye.