Este 26 de mayo, el santoral de la Iglesia Católica conmemora a San Felipe Neri, conocido como el "santo de la alegría" y patrono de maestros, humoristas y educadores.
Figura emblemática de la reforma espiritual del siglo XVI en Italia, San Felipe dejó una profunda huella en la historia del cristianismo por su carisma, sencillez y entrega total a los demás.
Nacido en Florencia en 1515, Felipe Neri vivió una juventud marcada por una profunda experiencia de conversión que lo llevó a abandonar sus aspiraciones mundanas para dedicarse al servicio de Dios y de los más necesitados.
Fundó el Oratorio de Roma, un espacio dedicado a la oración, la música y la formación cristiana, que más tarde daría origen a la Congregación del Oratorio. Este grupo, formado por sacerdotes y laicos, tuvo como misión principal la práctica activa de la caridad y la educación espiritual.

UN HOMBRE DE GRAN CORAZÓN
Uno de los hechos más singulares de la vida de San Felipe ocurrió en 1544, durante la vigilia de Pentecostés. Según testigos de la época, mientras oraba intensamente, una bola de fuego descendió sobre su pecho. El impacto lo hizo caer al suelo, y, abrumado por la experiencia, suplicó a Dios que detuviera aquel fenómeno. Poco después, perdió el conocimiento.
Al recobrar la conciencia, se incorporó y notó una extraña sensación en su pecho: tenía una prominencia del tamaño de un puño. Según los testimonios, Dios le había "agrandado el corazón", como señal de que el Espíritu Santo permanecería con él de forma especial, signo que muchos interpretan como símbolo de su inmenso amor por Dios y por la humanidad.
La vida de San Felipe Neri estuvo marcada por la alegría, la humildad y un profundo sentido del humor, cualidades que utilizaba para acercarse especialmente a los jóvenes y niños, a quienes ofrecía orientación espiritual y formación en la fe.
San Felipe fue también un ferviente confesor, dedicando largas horas al sacramento de la reconciliación. Su cercanía con los fieles, sumada a los dones que se le atribuyen —como la curación y la capacidad de leer los corazones—, lo convirtieron en una de las figuras más queridas del catolicismo en Roma, ciudad que lo recuerda como "el Apóstol de Roma".
Falleció el 25 de mayo de 1595, en la víspera de Corpus Christi, tras un día dedicado íntegramente a la confesión y la atención pastoral. Al ser exhumado, sus restos revelaron una deformación en la caja torácica: dos costillas arqueadas, atribuidas a la expansión de su corazón.
San Felipe Neri fue canonizado en 1622 por el Papa Gregorio XV.