Cada 23 de octubre, el santoral de la Iglesia Católica honra la memoria de San Juan de Capistrano, un abogado y gobernador que abandonó el poder para abrazar la vida franciscana y convertirse en uno de los predicadores más fervorosos de su tiempo. Su fe lo llevó incluso al campo de batalla, donde se ganó el título de "héroe de Belgrado".
Nacido en Capistrano, Italia, el 24 de junio de 1386, Juan de Capistrano creció en una familia noble. Formado en leyes, llegó a ocupar altos cargos como abogado, juez y gobernador de Perugia, una de las ciudades más importantes del antiguo Reino de Nápoles.
Sin embargo, una experiencia mística cambió su destino. A los 30 años, mientras atravesaba una crisis personal tras ser encarcelado durante una revuelta política, soñó con San Francisco de Asís, quien lo llamaba a servir a Dios. Aquel sueño se convirtió en su punto de inflexión: abandonó su carrera política y se unió a la Orden de los Frailes Menores.

EL DISCÍPULO DE SAN BERNARDINO DE SIENA
Dentro de la orden franciscana, Juan destacó como estudiante y orador. Fue discípulo de San Bernardino de Siena, con quien entabló una profunda amistad. Años después, defendería públicamente la memoria de su maestro ante acusaciones injustas, demostrando su carácter firme y su profunda fidelidad a la verdad.
Con el tiempo, su pasión por la predicación lo llevó a recorrer gran parte de Europa —Alemania, Hungría, Polonia, Austria y Bohemia—, donde su palabra encendía la fe de miles de fieles. Su entrega y disciplina le valieron el sobrenombre de "la Columna de la Observancia", por su papel clave en la reforma interna de la orden franciscana.
EL HÉROE DEL SITIO DE BELGRADO
En 1456, Europa enfrentaba la amenaza del Imperio Otomano, que avanzaba hacia el corazón del continente. Durante el Sitio de Belgrado, cuando las tropas cristianas estaban a punto de rendirse, Fray Juan de Capistrano tomó una cruz y gritó con fuerza:
"¡Jesús, Jesús, Jesús! ¡Creyentes valientes, defendamos nuestra santa religión!".
Su valentía inspiró a los combatientes, y aquel día las fuerzas cristianas lograron una victoria inesperada. Aunque era un hombre de paz, su fe inquebrantable se convirtió en el motor que cambió el curso de la batalla. Por ese acto heroico, fue proclamado patrono de los capellanes militares en 1984.
UNA VIDA DE FE HASTA EL FINAL
Después de la victoria, una peste devastadora azotó Hungría. Fray Juan, que atendía personalmente a los enfermos, contrajo la enfermedad y murió el 23 de octubre de 1456, a los 70 años. Su santidad fue reconocida oficialmente en 1690, cuando el Papa Alejandro VII lo canonizó.