Por: Eduardo Sánchez
Tadeo fue diagnosticado con autismo cuando tenía tres años de edad. Su comportamiento no era normal. El menor aleteaba con sus manitas y le llamaba mucho la atención dar vueltas en su mismo eje.Isabel, madre del pequeño, asegura que los inicios de este trastorno psicológico empezaron a detectarlos cuando se quedaba mirando fijo a los abanicos y de repente le daba por darse topes en sus manitas y en su cabecita.
“A Tadeo le hablamos por su nombre, pero no volteaba. Siempre andaba para arriba y para abajo. Era costumbre verlo sentadito un ratito y después ya se tenía que parar, no estaba quieto”, compartió.
A pesar de este trastorno, Tadeo siempre se ha caracterizado por ser un niño muy alegre, ya que en su sonrisa se nota la felicidad.
“Tadeo siempre anda feliz, de hecho, cuando lo vemos con su sonrisa, nos contagia, pero cuando no vemos ese rostro sonriendo, nos preocupamos porque se siente enfermo o algo le pasa,” expresó.
Para Isabel no ha sido fácil descubrir que Tadeo es un niño que nació con autismo, pues desde pequeño empezaba a llorar sin razón y mostraba poca interacción con su vista y también con su lenguaje.
“Es complicado, pero al mismo tiempo es una bendición para un padre sacar adelante a un niño con autismo, porque prácticamente le tienes que dedicar las 24 horas del día, lo tienes que llevar a terapias de lenguaje y terapias físicas-mentales,” compartió.
Comentó que un día normal para Tadeo es acudir al Centro de Atención Múltiple (CAME) en el Municipio de Álamos, los días lunes, miércoles y viernes, en horario de 8:30 de la mañana a las 12:00 de la tarde.
“Como padres quisiéramos saber lo qué les pasa a nuestros hijos, qué sienten y qué piensan, pero cuando tienen autismo, es muy difícil. Lo único que podemos hacer es tranquilizarlos, agarrándole sus manitas para que se sientan protegidos”, comentó.
Isabel asegura que Tadeo es un niño muy especial, que irradia y transmite felicidad a su alrededor.
Al pequeño lo que más le gusta es pasear en automóvil, montar a caballo, comer, bañarse en la lluvia, ver televisión, convivir con sus abuelos en el puesto de abarrotes y acudir a sus terapias de lenguaje y equinoterapia.