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Sonora

Alejo: El niño fariseo



Por: Ma. Guadalupe Vázquez

A sus 13 años, el estudiante de primero de secundaria cubre con una máscara su rostro, que no le permite hablar para estar alejado de los pecados, dice él.

Aseguró que lo que más disfruta de esta tradición es preservar su cultura y la convivencia con el resto de sus compañeros en la calle, donde bailan y pide dinero por 40 días seguidos.

“Aquí casi todos los fariseos tienen manda que pagar. Yo soy fariseo porque me gusta y mis papás me apoyan. Claro, yo siempre pido bendiciones a Jesús por toda mi familia”, explicó Alejo.

Mencionó que “es difícil ser fariseo, pues no puedes hablar, tienes que caminar por toda la ciudad. Aun así, cada año volveré a enlistarme con los demás fariseos para demostrar mi fe durante la Semana Mayor”.

Relató que cada año, durante Cuaresma porta la indumentaria y convive con casi 200 matachines.

Esteban Jusacamea, cobanaro de Pueblo Viejo, explicó que los fariseos son aquellos que condenaron a Jesús; visten con una cobija a modo de arnés, como los soldados romanos; cinturón de cuero con colgantes; tenábaris enrollados en las pantorrillas y en sus manos un cuchillo de madera de colores. Se cubren la cabeza con una máscara de cuero de animal, representada con caras de judíos, animales o payasos.

“La máscara representa el mal, por lo que el fariseo se protege con un rosario de cuentas de madera, del que introduce la cruz en su boca, y una pañoleta bajo el cuero de la máscara. Su manda es caminar, encabezados por sus autoridades: el flautero y el tamborero. La flauta representa el lamento de la Virgen y el tamborero los golpes del martillo al clavar las manos y pies de Jesús a la cruz”, explicó.

Al finalizar la Cuaresma, las máscaras son quemadas en una hoguera con la cual purifican sus pecados, concluyó.