Verdad, sí; censura, no

Habrá que felicitar a los dirigentes de la Oficina de Convenciones y Visitan­tes de Ciudad Obregón por la idea que tuvieron de intentar el rescate y promoción de los valores y bondades de Cajeme, a fin de mejorar la percepción que todo mundo tiene de ser una comunidad violenta, en la cual un día sí y el otro también aparecen hechos de sangre que hasta el momento ni el Ejército ha podido desterrar.

Uno supondría que esta tarea tiene que invo­lucrar no solamente a la OCV, sino al Gobierno Municipal, a los medios de comunicación y a la sociedad misma, pues no es cuestión de tapar el sol con información rosa como para que al día siguiente ya se tenga otro concepto y, sobre todo, otra realidad distinta a la de hoy.



Como medios de comunicación, en este Dia­rio, con plena responsabilidad, hemos alejado de las portadas la información en torno a los sucesos policiacos.



Hemos resuelto, al mismo tiempo, resaltar las acciones de los ciudadanos que aportan algo positivo a la comunidad y, como testigos de ello, tenemos a los integrantes del Consejo Editorial del periódico, que con sus orientaciones siem­pre nos encaminan a fomentar todo lo bueno que tiene este girón de la patria.



Hemos avanzado en esa meta editorial y podemos comprobarlo a tirios y troyanos, pero aún podemos hacer mucho más por mejorar el entorno, sin renunciar al objetivo central del periodismo, que es proporcionar a los ciudada­nos la información de todo lo que sucede.



Por ello no concordamos con quienes durante el evento celebrado ayer para lanzar la propues­ta de la OCV proyectaron como un punto toral de la falta de avance de Cajeme en materia tu­rística, a la información que desde los medios de comunicación se envía a los ciudadanos.



Una cosa es resaltar lo positivo de una comu­nidad y otra, muy distinta, es callarse ante una realidad que está a la vista de todos.



En esta época de violencia, en la que las au­toridades de los tres niveles de Gobierno se han visto opacadas, salvo esporádicas acciones, por la violencia de los barones de la droga, ya no se pueden ocultar hechos que, a través de las redes sociales, por ejemplo, llegan hasta los lec­tores a los pocos instantes de su realización.



Mal nos veríamos como canales comuni­cativos el dejar de informar de sucesos que, si bien pueden ser violentos, requieren de ser publicados, no como arma de terror, sino como advertencia para el pueblo de qué está pasan­do y cómo debe conducirse de acuerdo con esa situación.



Jamás la censura, mucho menos la autocen­sura, lograrán apagar el sol de las noticias.



En la medida en que se informe a la socie­dad, eso sí, con oportunidad y veracidad, en esa medida habrá de contarse con una opinión pú­blica capaz de tomar decisiones propias, opinar y tomar partido de acuerdo a sus intereses co­lectivos y no de unos cuantos.



Informar solamente bajo la perspectiva de que todo marcha color de rosa, no es sano. Por ello muchas autoridades toman decisiones equi­vocadas, porque solamente escuchan a los que al oído les dicen que todo anda sobre ruedas.



Y aquí de lo que se trata es avanzar por el rumbo correcto. El barco no debe encallar. Pero todos tenemos que remar en dirección a buen puerto.



  • De otro modo, hasta las buenas intenciones habrán de naufragar.



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