Una frontera construida trago a trago y con sabor
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Por: José A. Del Real
Hay fogatas de metal y lámparas colgantes con bombillas eléctricas estilo Edison y texturas de madera recuperada y concreto rodeadas por suculentas.
Al fondo, un camión de comida es una suerte de mural del suroeste de Estados Unidos: una mancha de amarillo, morado y anaranjado.
La propiedad, perfecta para Instagram, es idea de Miguel Marshall, un emprendedor transfronterizo cuya visión de una franja binacional entre México y Estados Unidos se ha fortalecido en la era de Donald Trump.
Es el director ejecutivo de Centro Ventures, una empresa de desarrollo inmobiliario con sede en Tijuana que crea espacios para vivir y trabajar como este, con comida y café que son cuidadosamente seleccionados, espacios de cotrabajo e incluso departamentos de Airbnb.
La iniciativa de Marshall le ha hecho ganar prestigio entre los empresarios de México y Estados Unidos. Ha sido designado como uno de los global shapers de Tijuana, una comunidad de jóvenes influyentes creada por el Foro Económico Mundial, la organización que cada año reúne a los líderes económicos del mundo en Davos, Suiza.
Estación Federal está a solo cinco minutos a pie del cruce mexicano de El Chaparral, “un poquito al sur del sur de San Diego, un poquito al norte del norte de Tijuana”, como anuncia la publicidad en línea. Marshall lo considera un prototipo para rejuvenecer la ciudad fronteriza mexicana: algo de comunidad artística, algo de utopía gastronómica, y un sitio de reunión para quienes trabajan en la frontera.
Su visión es convocar a estadounidenses y mexicanos alrededor de buena comida, la bebida y la conversación.
El proyecto tiene su origen en parte de su biografía. Marshall nació en San Diego, pero creció en Tijuana. Lo llamaron como su padre, Michael Marshall, pero sus padres se decidieron por la versión en castellano para que no lo molestaran en las escuelas mexicanas.
“I’m a border baby”, dijo riendo.
Durante varios años, la frontera a lo largo del suroeste ha vivido una bonanza económica: nuevas empresas y tiendas dirigidas a clientes mexicanos de clase media que tienen permiso para cruzar a Estados Unidos durante el día. Para Marshall, el problema es que una gran parte de la inversión fronteriza, al menos en California, ha sucedido del lado estadounidense.
En San Ysidro “el distrito fronterizo de San Diego, del lado estadounidense” los visitantes encuentran cientos de negocios, desde grandes centros comerciales de descuento hasta pequeñas tiendas familiares.
En cambio, del lado mexicano hay kilómetros de casas descuidadas y estacionamientos. El barrio no muestra a los visitantes la cultura vibrante de Tijuana, dijo Marshall, ni atrae a los estadounidenses a aventurarse al sur.
“La primera impresión importa”, asegura el emprendedor, quien a menudo va y viene entre el inglés y el español cuando habla. “El estilo de vida transfronterizo, estamos tratando de que sea una marca (brand) como un modo de vivir”.
Estación Federal ofrece tacos vegetarianos, pizza, café de origen cuidadosamente seleccionado y un bar de cócteles. Todo ha sido elegido con atención al detalle.
Un viernes reciente por la noche en el bar Cereus, los parroquianos de ambos lados de la frontera vestían vaqueros entubados y casacas de cuero. La estética resultaba familiar “típico hipster estadounidense de catálogo” y era potenciada por los sonidos, sabores y aromas del México gourmet.
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