Rosario de Tesopaco, Sonora

Por: Eduardo Sánchez

Otra de las razones por las que me gusta vivir en Ciudad Obregón, es que existen a sus alrededores muchos lugares muy especiales, como lo es Rosario de Tesopaco, uno de los 72 municipios de Sonora, que es de los más extraordinarios, por cierto, por lo amplio de su territorio, lo rico de su flora y fauna, sus comunidades pintorescas enclavadas en esta parte de la Sierra Madre Occidental, su comida, si no muy variada, muy suculenta, como es la carne asada y machaca de res y de vendado, sus quesos, su bacanora, sus especias aromáti­cas, algunas frutas y, sobre todo, su gente. Gente noble y de trabajo. Gente que, si es que no se quita los años, se ve mayor por lo duro que hay que trabajar aquí para sobrevivir. De manos ásperas, rostros surcados por el sol y aroma a hogar recién atizado, son.



Rosario de Tesopaco fue declarado cabecera municipal en 1870, y reúne a la mayoría de la población, que en total anda entre los seis mil quinientos habitantes, de los cuales el 70 % aproximadamente radica en este pueblo. Rosario de Tesopaco, que si lo definimos en una palabra sería: tranquilidad. Esto no solo lo dicen sus pobladores; la tranquilidad se respira; se siente. Se vive sin los ruidos que genera la ciudad, y las calles (de concreto hidráulico la mayoría) se ven limpias y semi­desiertas. La gente aún vive confiada. Les gusta mucho la cerveza. Los robos y la violencia no son muy comunes, — por supuesto que se dan casos, pero no son los más— o, al menos así lo expresa sus pobladores. Con un clima algunos grados más abajo en verano (está a 450 metros sobre el nivel del mar), y con más frío en invierno, que en nuestra ciudad. La vida aquí no es perfecta, faltan oportunidades de trabajo, y más van a faltar ahora que cierre la mina el Volcán, que por errores de ingeniería dejará de producir, según me comenta­ron vecinos de lugar, además tienen escases de agua potable lo que obliga a muchos a “bañarse como las cachoras, pegados a la pared” como afirman. Los niños y jóvenes se divierten jugando futbol y beisbol principalmente, y no viven pegados al celular porque no todos pueden tener uno y porque la señal no es tan intensa como en otros lados. Hay un par de hote­les muy cómodos y económicos, sobre todo uno tipo hacienda que está a una cuadra de la plaza que se puede decir que es artesanal, y al que nunca le faltan los huéspedes. Tienen un magnífico museo costumbrista frente a la cancha, muy completo e interesante que es obligado visitar, en donde se ex­hiben fotos, muebles, utensilios y hasta partes de dinosaurios de hace miles de años. Ver las estrellas es uno de los atracti­vos del lugar. No sé si su gente sea muy religiosa, pero tanto adventistas, como católicos, cristianos, apostólicos, bautistas y testigos de Jehová hacen su lucha por compartir sus doctri­nas con ellos. Tesopaco quiere decir “cueva en el llano” — me comentó el director del museo—, y colinda al noroeste con el Estado de Chihuahua y el municipio de Yécora, al sur con Quiriego y al oeste con Cajeme.



Si puede, no dude en ir a pasar un fin de semana a este lugar que, junto con su gente, le robará el corazón y usted querrá regresar a buscarlo de seguido.


“Veo los bultos, pero no los acabalo”.

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