En la mezquita de Al Noor, donde más de 40 de las víctimas fueron asesinadas por un supremacista blanco, se reanudaron las oraciones con la presencia de policía armada, pero sin recordatorios gráficos del peor ataque en la historia de Nueva Zelanda.
Aden Diriye, quien perdió a su hijo de tres años en el atentado, regresó a la mezquita con sus amigos.
"Estoy muy feliz", dijo después de orar.
Alá es lo máximo para nosotros", agregó.
La mayoría de las víctimas del tiroteo, que la primera ministra Jacinda Ardern calificó rápidamente como un ataque terrorista, eran migrantes o refugiados y sus muertes reverberaron en todo el mundo islámico.
El príncipe jordano El Hassan bin Talal, quien visitó la mezquita de Al Noor, dijo que este atentado fue un ataque a la dignidad humana.
Este es un momento de profunda angustia para todos nosotros, para toda la humanidad", sostuvo.