Nacional / México

La Ouija


A mí, honestamente, me parecía una ñoñez pasar la tarde encerrados jugando a la Ouija. Pero a los demás les pareció una idea magnifica la de”despertar” a los espíritus choca­rreros y ponerlos a prueba. Y así fue. Comenzaron las preguntas, primero fueron simpladas como en qué año estábamos, cuál era el nombre de alguno de nosotros, de dónde venía, pero nos dio la impresión de que ha­cían trampa los dos que ponían las yemas de sus dedos sobre el cursor.


Y comenzamos a hacer preguntas que no supieran las respuestas, por ejemplo, cosas muy personales de al­guno de nosotros que nadie pudiera saber la respuesta, más que el inte­resado, como a qué hora había naci­do, o cómo se llamaba su bisabuela, y así se fueron dando las cosas, total que unas horas después la Ouija ya estaba contando cosas inesperadas.

Obvio que las respuestas que nos daba no eran textuales, en cierta forma había que interpretar, usando un poco la imaginación, fusionando idiomas y otros detalles. La cosa fue que conforme avanzaba el tiempo, las respuestas eran más extrañas, lo que hizo que nos entrara una racha de jugar seguido.

A los días, el “espíritu” que había estado acudiendo a nuestras sesio­nes dijo que años atrás había sido esposo de mi amiga, y que seguía enamorado de ella, y le agradecía que gracias a la Ouija se hubieran reencontrado; le decía que quería es­tar con ella a solas, que nos corriera, y cosas extrañas comenzaron a pa­sar, como el que se apagaran la velas o se encendieran de más.

Pero luego nos enfadamos de ju­gar y no volvimos a saber de la tabla en un par de años, hasta que una noche de verano, enfadados y to­mando cervezas, decidimos volver a jugar. Ahí estaba mi amiga también, pero ahora estábamos en casa de su hermana mayor. Ella también quiso participar.

En cuanto empezamos, la tabla ordenó que sacáramos del cuarto al sobrino de dos años de mi amiga; lo sacamos y lo llevamos a acostar a su cuarto, en cuanto nos sentamos de nuevo a jugar se escuchó un portazo. Era la puerta del cuarto del niño que se azotó y estaba con seguro.

No podíamos entrar y tuvimos que abrirla a la fuerza. Nos volvimos a sentar y se fue la luz. Luego, inex­plicablemente se escucharon fuertes gritos, y en eso llegó el esposo de la hermana de mi amiga, que venía ebrio, y se puso como energúmeno porque estábamos jugando eso en su casa y nos corrió a todos junto con la Ouija.

Después me fui a la universidad y estaba prohibido este juego. Parece broma, pero es cierto, podían expul­sarte de la escuela si sabían que la usabas, y nos olvidamos de ella por mucho tiempo, hasta que una noche llegó uno de los compañeros de traba­jo con una tabla de estas, y sin pen­sarla mucho nos pusimos a vacilar.

Ahora, el “espíritu” de la tabla era más agresivo y, de nuevo, dijo que estaba interesado en hablar a solas con uno de los compañeros, que era el menor de todos, y el más inocente. Y, no sé, pero esas casualidades ya no me cuadraron para nada, y les pedí que nos decidiéramos de la tabla esa cuanto antes, me dio mala espina. La rompimos en siete partes y las echa­mos una a una al fuego, con las letras para abajo, por si las moscas.

Jesushuerta3000@hotmail.com