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La iguana




La vida de la iguana es en parte como la vida humana. Todo implica un riesgo y cada riesgo implica un todo. Es posible que por eso la vida suela ser un ejercicio que llega a cansar y a hastiar, de la misma manera que lo hacen los problemas diarios que se nos van presentando y que nos hacen sentir que nadamos a contra corriente en un mundo de problemas cada día más difí­ciles de sortear

Quizá pienses que el rico tiene una vida fácil y sencilla, pero es posible que él ni si­quiera se piense rico. Cómo también puedes pensar que el pobre tiene una vida de sufri­miento, y, quizá, tampoco se sienta pobre.

Es extraño ver como la vida siempre gira alrededor de la incertidumbre. Es agonizan­te sentir como la mente hace y deshace a su antojo en nuestro interior sin pedirnos ninguna autorización, llevándonos de lo su­blime a lo despreciable, o de la alegría a la tristeza, de un segundo a otro y sin mucho que podamos hacer para que las cosas sean como deseamos.

También, es posible que cuando comiences a descubrir al monstruo que habita en tú ca­beza, ya sea un poco tarde para apenas co­menzar a luchar contra él. Ahí te das cuenta que fueron muchos años de niñez, juventud y madurez perdidos en el limbo, lo que es comprobable al ver a los millones de perso­nas que sufren a nuestro alrededor.

En ese devenir de la ilusión humana se han llenado ríos y mares de lágrimas; la sangre ha corrido sin sentido alguno, alcan­zando a apagar los fuegos y hasta la misma luz que un día nos prometieron iluminaría nuestros corazones. La realidad es exaltada por la visión de unos ojos hambrientos de afecto, pero la realidad nos demuestra que el amor es un platillo que se sirve sólo para los dioses, por lo que los meros mortales per­manecen en ayunas.

Los hijos, casi siempre, no son más que frutos del fuego de las entrañas, por eso sus vidas se apagan sin remedio ante la briza de un mundo que nació del mar. La locura nos acompaña irremediablemente durante todo el camino y nos lleva, cual rehenes, a cárceles solitarias, desde donde deberemos de hacer nuestro mayor esfuerzo, casi sobre­humano, para poder llegar a ser parte del plan maestro del universo. Hasta poder en­contrar el equilibrio que solo puede brindar una conciencia despierta…

Mientras tanto, aquí seguiré cavilando junto a esa simple iguana que atrajo mi atención y relaja mis sentidos.