La condena de morir sin ser identificado

En México hay más de 40 mil personas reportadas como ­desaparecidas y cerca de 26 mil cuerpos sin identificar, según datos oficiales. Es un fenómeno cuya dimensión no se conoce en realidad, pues al registro de 40 mil habría que sumar las desapariciones que no se denuncian ante las fiscalías de la República, es, además, una crisis forense, reconocen las mismas autoridades.


Karla Quintana, comisionada nacional de Búsqueda de Personas en México, explicó que en el país los institutos forenses no tienen la capacidad para resguardar los cuerpos y de muchos de ellos no se sabe dónde terminaron ni si se les tomaron las muestras necesarias para identificarlos.



Al día de hoy no hay un diagnóstico certero y las instituciones continúan sin trabajar de manera homologada y coordinada, sin la tecnología necesaria para dar respuesta a esta emergencia.



A lo largo del país, quienes buscan a algún familiar se enfrentan a instituciones anquilosadas y a la falta de voluntad política para ayudarlos; han tenido que aprender cuál es ese camino burocrático a seguir para buscar a un ser querido, cargando en muchas ocasiones con el doloroso peso del fracaso.



En la Ciudad de México, los cadáveres de personas que no pudieron ser identificadas por las autoridades o reclamadas a tiempo por algún familiar o amigo se entregan a escuelas de medicina con fines de docencia e investigación.



De hecho, decenas de personas terminan en algún anfiteatro escolar y, eventualmente, en la fosa común, a pesar de ser buscadas.



Morir en México y no ser inmediatamente identificado o reclamado por familiares o amigos equivale a una "condena" para el cadáver, que puede ser donado a alguna escuela de medicina o puede permanecer mucho tiempo en una morgue, que suelen estar saturadas, para finalmente acabar en la fosa común.