Karla Quintana, comisionada nacional de Búsqueda de Personas en México, explicó que en el país los institutos forenses no tienen la capacidad para resguardar los cuerpos y de muchos de ellos no se sabe dónde terminaron ni si se les tomaron las muestras necesarias para identificarlos.
Al día de hoy no hay un diagnóstico certero y las instituciones continúan sin trabajar de manera homologada y coordinada, sin la tecnología necesaria para dar respuesta a esta emergencia.
A lo largo del país, quienes buscan a algún familiar se enfrentan a instituciones anquilosadas y a la falta de voluntad política para ayudarlos; han tenido que aprender cuál es ese camino burocrático a seguir para buscar a un ser querido, cargando en muchas ocasiones con el doloroso peso del fracaso.
En la Ciudad de México, los cadáveres de personas que no pudieron ser identificadas por las autoridades o reclamadas a tiempo por algún familiar o amigo se entregan a escuelas de medicina con fines de docencia e investigación.
De hecho, decenas de personas terminan en algún anfiteatro escolar y, eventualmente, en la fosa común, a pesar de ser buscadas.
Morir en México y no ser inmediatamente identificado o reclamado por familiares o amigos equivale a una "condena" para el cadáver, que puede ser donado a alguna escuela de medicina o puede permanecer mucho tiempo en una morgue, que suelen estar saturadas, para finalmente acabar en la fosa común.