Ex alcaldes suertudotes

 ¡Qué suerte tienen Rogelio Díaz Brown Ramsburgh y Faustino Félix Chávez!

Los priistas no pudieron tener mejor amigo que un morenista. Bueno, al menos de los dientes para afuera.



Y es que, en realidad, a Sergio Pablo Ma­riscal Alvarado no se le ven ganas de llegar al fondo de la corrupción denunciada sobre las operaciones de las dos administraciones municipales anteriores.



Y si no, le diré que el titular del Órgano de Control y Evaluación Gubernamental del Ayuntamiento de Cajeme, el Contralor pues, José Leovigildo Guerra Beltrán, se sacó de la manga su asistencia a la Tercera Reunión Regional de Contralores Municipales en La Colorada.



Pero, adivinen qué. Exacto. Adivinaron. Él es el coordinador estatal de esa Comisión y sospechosamente convocó para los días en que tenía que comparecer ante los regidores para informar qué ha hecho con las investigaciones sobre las presuntas irregularidades cometidas en los trienios 2012-2015 y 2015-2018.



Alguien pensaría que es una coincidencia y que hay que perdonarle el haber abandonado su labor principal, que es la de ser Contralor de Cajeme y de cuyos impuestos recibe su salario.



Pero como en política las coincidencias no son algo común, los malpensados pueden sen­tir que en realidad Guerra Beltrán, apoyado por el Presidente Municipal, prefirió escapar a enfrentar de nuevo las inquietudes de los representantes del pueblo sobre por qué no avanzan las investigaciones sobre los proble­mas heredados.



Y es que uno no alcanza a entender por qué si ya algunos regidores hicieron la tarea más difícil, lo cual no ha hecho el Contralor, de investigar detalles de las presuntas irregulari­dades, y hasta se las han mostrado y entrega­do, ¿por qué no actúa?



La verborrea que se suelta el funcionario para justificar su inacción, es como para impresionar a cualquiera, pero no a quienes han encontrado las fallas y tienen las evi­dencias de que en varias acciones de los dos anteriores gobiernos hubo un descarado mal manejo, en beneficio, económico y político, de unos cuantos.



¿Creerán el alcalde y el contralor que los ca­jemenses se tragan todos esos cuentos de que ya se anda investigando todo, pero en realidad lo que parece es que están patinando sobre lo mismo?



Aquí ha de aplicarse, sin ánimos de ofender, el dicho aquel de "a otro perro con ese hueso".



Ya basta del discurso público de la transpa­rencia y la honestidad, cuando en los entreto­lones la opacidad y la corrupción parece haber atrapado ya también a las actuales autorida­des municipales.



Cajeme merece explicaciones más creíbles sobre el actuar de quienes dicen llegaron a transformar la política, pero más bien lo están haciendo al viejo estilo del gatopardismo.



Y si en realidad no pueden o no quieren enfrentar la corrupción, será mejor que los ciudadanos decidan la permanencia o no de su gobierno, en función del derecho a solicitar la revocación del mandato de quienes no cum­plen.



¿Podrá Mariscal Alvarado y compañía someterse al escrutinio público para decidir si le sigue?



Creo más bien que es una prueba que no podrá superar.



Y digan que se los dijo un loco.


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