Son tan frágiles como las alas de una mariposa.
Y es en la enfermedad, como bien dicen, en donde se conoce a los amigos, y no solo a los amigos, ¡a los familiares!; quizá, quien menos te imagines sea esa persona la que te acompañe en tu convalecencia sin reclamos, sin malas caras y sin hacerte sentir inútil, y muchas veces habrá quien te ayude por mero compromiso moral, porque se supone que por ser tu amigo o familiar te debe de ayudar, pero no lo hace con gusto, y es cuando piensas que más valdría tener el dinero para poder pagarle a alguien que lo haga aunque sea fingiendo que lo hace con afecto.
Serán en esos momentos de atribulación en que seguro hagas promesas a Dios a cambio de recuperar el bienestar, si crees en Dios, si no crees, lo más seguro es que lo comiences a hacer. La enfermedad nos derrumba y nos obliga a ser humildes por malas. Y será en esos días aciagos en que descubras lo carísimo que es tratar de recuperar la salud, más si no cuentas con seguro social. Descubrirás que para algunos de los doctores que consultes solo eres un caso más, y no ese alguien tan especial que crees ser, y más vale que lleves la chequera o dinero en efectivo, porque la mayoría no acepta tarjeta de crédito. Creer que irán a consultarte a tu casa porque se supone que estás enfermo y te es difícil o doloroso salir, es solo eso, una creencia, a menos que ya casi estés por recibir los santos óleos.
No es de extrañar que en casos de enfermedad no falte quien te diga, incluyendo a amigos, familiares, enfermeros y doctores, que todo son suposiciones, que es tu mente, vamos, que te digan que no eres más que un hipocondriaco. O no faltará quien te asegure que él o ella sufren mucho, mucho más que tú, pero que se aguantan. Es curioso, también, pero hasta que te enfermas te das cuenta que muchas de las cosas que hacías o consumías en realidad son malas para la salud, pero no te importaba.
Enfermo es cuando descubrirás las dos caras de los hospitales, su cara amable y su cara horrible. Los amarás y los odiarás. Entonces sentirás empatía con todos esas personas que sufren en la sala de espera por algún ser querido. Entonces será cuando odies cuando el gobierno improvise en la salud pública y cuando sus funcionarios se roben el dinero de los medicamentos. Hasta entonces será.
Es extraño, pero así es el mundo del enfermo. Un mundo en el que no se puede evitar sufrir. Nadie se salva., a menos que se muera antes de enfermarse.
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