Por: Eduardo Sánchez
Entre "nuestras estrategias están dando resultados" y "la lucha contra el narco ha terminado", los muertos siguen aumentando.
Tan solo en Ciudad Obregón los ataques armados este jueves se vieron incrementados y en Empalme mataron al Comisario de Seguridad Pública.
No terminan los reporteros de escribir una nota cuando ya se les avisa de otro hecho, cuando se supone que hay coordinación entre las corporaciones policiacas y están super atentas a que no sucedan ya este tipo de sucesos.
Pero mientras las autoridades no asuman una actitud real de ataque a la delincuencia, nada se podrá lograr.
Si siguen pensando que solamente porque ellos lo dicen ya se acabó el problema, van a morir engañados.
Porque mientras en el discurso digan una cosa y la realidad los desmienta, son ellos, los gobernantes, los que salen perdiendo.
Y si en un momento determinado han sido amenazados por las fuerzas violentas de arrebatarles la vida a ellos o a sus familias, pues deberían también denunciarlo porque son personajes públicos expuestos a múltiples problemas y deben tomarse medidas oportunas para protegerlos.
Así de fácil. Sabemos que son seres humanos que en su momento pueden tener miedo a las represalias, pero si mantienen ocultos sus quehaceres, puede ser más peligroso.
Está el caso de la región de Guaymas y Empalme, en donde durante los últimos cuatro meses varios policías han sido acribillados, supuestamente por represalias de los delincuentes.
La sociedad se pregunta que si a los servidores públicos los asesinan, ¿qué puede entonces esperar el resto de la población?
Y no dejan de algún modo de tener razón, pero hay que ver que los agentes de las corporaciones son los más expuestos a los hechos violentos, aunque haya en medio de ellos algunos coludidos con los "mañosos".
Con bajos sueldos y un gran riesgo, son pocos los policías que en verdad pueden hacer algo extraordinario para acabar con los enemigos de la sociedad, sobre todo si ven ejemplos en los altos mandos o niveles superiores del gobierno de que aceptan sobornos para dejar operar a los delincuentes.
Por eso, a las autoridades hay que pedirles que no se crean super hombres ni que armen discursos triunfalistas porque al final de cuentas los hechos van a demostrar que están mintiendo.
Si la delincuencia las ha rebasado, que lo acepten pero al mismo tiempo mejoren sus estrategias. Porque eso de hablar de amor y paz en tiempos de guerra suena solamente a un mal chiste.
Y la lucha contra los delincuentes es, ni más ni menos, una guerra.
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