Un día como hoy, pero en la hacienda Chinameca, Morelos, Emiliano Zapata fue citado y acribillado por quienes decían luchaban a su lado... y eran carrancistas
"¡Libertad, Justicia y Ley!", "La tierra es de quien la trabaja", "Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres", son frases que se recuerdan en las clases de historia de México, pero no su profundo sentido; sin embargo, quien las esgrimió fue uno de los hombres más importantes de la Revolución Mexicana y que sentó las bases para el país actual.
Nacido en Anenecuilco, Morelos, un 8 de agosto de 1879, Emiliano Zapata Salazar quedó huérfano durante su adolescencia; siendo campesino se hartó de la acaparación de tierras por parte de los hacendados de la época, arropados por la política agraria de Porfirio Díaz, y se sumó a Francisco I. Madero en la Revolución, junto con su Ejército del Sur, para devolver a los hombres del campo lo suyo.
Conocido también como "El Caudillo del Sur", pese a su nula educación, fue un ideólogo e impulsor de luchas sociales, pero en especial de las del campo; de respeto a los indígenas, obreros y campesinos, declarándose en contra de todo lo que representara la explotación del hombre por el hombre.
Sin embargo, el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, consigna los principios sociales enfocados a lo agrario, postulados por él y por Pancho Villa.
Por declararse opositor de quienes no respetaban los principios de la Revolución, a Zapata le fue tendida una trampa, pues un supuesto traidor a Venustiano Carranza, Jesús Guajardo, lo citó en la hacienda Chinameca, Morelos, para dotarlo de armas y municiones.
El general sureño se presentó con una escolta de 10 hombres, pero al cruzar el dintel tocó su clarín, señal que los asesinos habían acordado para accionar sus armas: desde el techo, una lluvia de balas hizo blanco en Emiliano y sus hombres, y aunque el general alcanzó a tomar su pistola, un disparo se la arrancó de la mano.
Al saberse la noticia de su muerte, los campesinos morelenses no daban crédito y empezaron a circular leyendas de su persona: que el muerto no era su general; que se había refugiado en Oriente Medio; que su media filiación no coincidía; que había escapado, entre muchas otras versiones; sin embargo, sus más allegados identificaron el cuerpo: sí era "El Caudillo del Sur".
Zapata fue más que un campesino que procuraba la repartición de tierras, fue el padre del agrarismo en México, y aun con el paso de los años, en cada pugna por la tierra su figura emerge dentre los recuerdos, para convertirse en el ideal de la lucha por el campo.
Y justo como lo que fue, un hombre de principios, la vida de Emiliano Zapata no la arrancaron de frente, sino de modo cobarde, porque él mismo dijo en una ocasión: "Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres".