T-MEC: certeza económica en tiempos inciertos
ROBERTO VELASCO ÁLVAREZ
(Vocero de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México)
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El éxito que representa la ratificación del acuerdo no ha sido explicado a cabalidad. El T-MEC representa una negociación particularmente sobresaliente porque ha puesto de acuerdo a partes opuestas: los distintos cuerpos sindicales y los líderes empresariales de tres importantes economías a nivel global han alcanzado puntos en común. Con el T-MEC firmado y ratificado en los tres países, podremos concentrar nuestros esfuerzos en atender otros temas prioritarios como atender la situación actual de volatilidad financiera global.
La aprobación del T-MEC deja constancia de una conclusión que parecía estar en duda: Norteamérica, como región, avanza hacia un esquema de cooperación más estrecho. México, Estados Unidos y Canadá están unidos a través del comercio y la inversión. Basta con mirar los números: de cada cien pesos que México exporta, cuarenta provienen de cadenas de valor estadounidenses y veinticinco de Canadá. En realidad, las exportaciones mexicanas son inherentemente norteamericanas.
Pero, más allá de la estabilidad económica que brinda el T-MEC, el nuevo acuerdo conlleva implicaciones sociales tanto en el ámbito laboral como ambiental. El tratado incluye regulaciones medioambientales pensadas de forma regional, además de una regulación laboral compartida y un nuevo instrumento de solución de controversias. Además, con el T-MEC se fortalece al Banco de Desarrollo de América del Norte, lo que implicará más fondos para invertir en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos. El significado profundo del T-MEC va más allá de prescindir de tarifas arancelarias pues ha ampliado las áreas en las que, de manera coordinada, coexisten México, Estados Unidos y Canadá. Es el siguiente paso histórico para imponer en nuestra geografía compartida un esquema institucional común.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que hace un cuarto de siglo sentó las bases de una red económica norteamericana tuvo un costo para México. El TLCAN fijo el rol de nuestro país como origen de mano de obra barata. Durante más de veinticinco años, el flujo de comercio dependió de que los salarios mexicanos fueran significativamente más bajos que en Estados Unidos y Canadá. Construimos cadenas de valor que unieron fuertemente a los tres países pero que también profundizaron la desigualdad económica en México.
El T-MEC es un instrumento progresista que abre el camino para un cambio profundo en el desarrollo económico de México. Nuestra economía tiene la madurez necesaria para transitar hacia un esquema en el que nuestra ventaja comparativa no sean los salarios bajos. El T-MEC representa la apuesta por la riqueza de nuestro capital humano, el talento de nuestros empresarios, un vibrante mercado interno y el papel de la innovación, todo esto con la protección de salarios más altos.
Además, el nuevo acuerdo es también importante para otros socios comerciales fuera de Norteamérica porque coloca los incentivos correctos para atraer aún más inversión extranjera a nuestro país. El mercado norteamericano representa alrededor del 28% del PIB mundial y es sumamente atractivo para el resto del mundo. Aquellos socios comerciales fuera de América del Norte que quieran acceder a este mercado encontrarán que la mejor opción es invertir en México para vender desde aquí. En este sentido, la ratificación del T-MEC no es sólo un mensaje norteamericano sino uno de alance global.
El T-MEC llega para ahondar la colaboración y profundizar los vínculos entre México, Estados Unidos y Canadá. El tratado es reflejo de una negociación que, en tiempos complicados para el sistema de reglas internacionales y para la economía global, muestra a México como lo que es: una democracia cuya política exterior logra acuerdos a nivel global. No obstante, esta vez, la diferencia es clara: tenemos la mira puesta en el desarrollo económico, pero también en una distribución más igualitaria de los beneficios que genera el T-MEC en México.