Santa María de Guadalupe, mujer de la esperanza

María vuelve a tomarnos de la mano para llevarnos al centro mismo del acontecimiento guadalupano

Santa María de Guadalupe, mujer de la esperanza

Hay amaneceres que Dios escribe con tinta de cielo. Y uno de esos amaneceres ocurrió en diciembre de 1531, cuando, en la cumbre del Tepeyac, la Voz del Altísimo resonó en los cantos de los pájaros y en la dulzura de una Madre que buscaba sanar a un pueblo herido. Allí apareció una Mujer vestida de sol, que no venía sola: traía en su vientre al Verbo eterno, al "verdaderísimo Dios por quien se vive". Desde ese instante, México quedó marcado por una ternura que es más fuerte que la muerte y por una esperanza que jamás será arrebatada.

En este año jubilar —"Peregrinos de la Esperanza"— María vuelve a tomarnos de la mano para llevarnos al centro mismo del acontecimiento guadalupano: Jesucristo, su Hijo amado. Y desde su casita sagrada del Tepeyac sigue repitiendo a cada corazón cansado: "¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?"

1. EL SUSURRO DE DIOS EN LA MADRUGADA DEL TEPEYAC

El 9 de diciembre de 1531, en la madrugada, Juan Diego escuchó un canto que no era de este mundo. Lo llamaron por su nombre —Xocoyotzin, el más pequeño de sus hijos—. Subió a la cumbre y vio a la Niña Santa, la "perfecta siempre Virgen Santa María". Desde las primeras palabras del Nican Mopohua, la pedagogía celestial queda clara: Dios se acerca pequeño, tierno, cercano.

En el corazón del mensaje resuena una frase breve, sencilla, pero teológicamente profunda: "Mucho deseo que se me construya una casita".

No pide una catedral ni un palacio, sino una casita: un espacio doméstico, íntimo, donde Ella pueda "mostrar, ensalzar y poner de manifiesto" al Salvador. Lo que desea no es un edificio, sino un lugar donde Cristo sea amado, sanador, consuelo y salvación. Esa "casita" es la Iglesia; pero es también el corazón del creyente, ese corazón que necesita ser transformado —cardiomorfósis— para recibir al Dios que viene.

En las apariciones, cada frase de María es una caricia divina. Cuando Juan Diego teme, Ella responde con firmeza maternal: "Hijito mío, el más pequeño: es indispensable que sea por tu intervención".

Es decir: Dios cuenta con los pequeños, los humildes, los descartados. Con ellos construye historia de salvación.

2. LA NOCHE OSCURA DE UN PUEBLO HERIDO

(Situación indígena previa a 1531)

El Tepeyac no fue un escenario neutro. Era un pueblo quebrado, devastado, sin horizonte. La caída de Tenochtitlán había dejado cicatrices profundas: templos destruidos, identidades heridas, 50% de la población muerta por epidemias, terremotos, sufrimiento, suicidios y pérdidas irreparables.

Entre 1528 y 1531, la Audiencia Española imponía abusos, esclavitud y desprecio hacia los indígenas. Zumárraga escribía al rey: "Si Dios no provee con remedio de su mano, la tierra está a punto de perderse".

Esa era la noche: oscura, densa, casi insoportable.

Pero es precisamente en la noche donde Dios enciende su luz. Y lo hizo de la manera más inesperada: no con un ejército, no con un decreto, no con fuego del cielo, sino con una joven Madre embarazada, humilde y resplandeciente. María no vino para destruir, sino para reconstruir. No vino para humillar, sino para levantar. No vino para dividir, sino para unir en su Hijo.

En el año "13 caña", para el calendario indígena, signo de algo nuevo y lleno de sabiduría para los pueblos originarios, Dios eligió comenzar una nueva aurora.

3. "¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?": EL CORAZÓN DEL NICAN MOPOHUA

El Nican Mopohua contiene algunas de las frases más tiernas, sencillas y contundentes de toda la espiritualidad mariana universal. Son frases que no necesitan adornos, porque brotan del corazón de una Madre que ama. Entre ellas resplandece su declaración más conocida: "¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?"

Pero hay otras igualmente poderosas:

* "A Él que es mi mirada compasiva".

* "A Él que es mi auxilio".

* "A Él que es mi salvación".

Con estas frases cortas, María nos dice: No vengo sola. No vengo a traerme a mí misma. Vengo a entregarte a Jesús.

Ella es cauce —eso significa el nombre Guadalupe—, no el agua; el agua es Cristo.

Es iluminadora —eso significa el nombre María—, pero no la luz; la luz es Cristo.

Cada palabra en el Nican Mopohua tiene la fuerza de la ternura divina. Y por eso, después de cinco siglos, siguen sanando corazones.

4. MARÍA, MUJER DE LA ESPERANZA: EL JUBILEO 2025 Y EL CAMINO DEL PEREGRINO

El Papa nos ha recordado en la bula Spes non confundit que María es la Madre de la Esperanza. Ella no vivió un optimismo ingenuo, sino una confianza sobrenatural en medio del dolor: Simeón le anunció una espada; al pie de la cruz vio morir a su Hijo; pero nunca dejó de decir sí.

En este año jubilar, Peregrinos de la Esperanza, María aparece como faro en la noche, como Stella Maris, como auxilio seguro en la tormenta. Y el Papa nos recuerda que el Santuario del Tepeyac se prepara para el gran Jubileo Guadalupano de 2031, los 500 años de las apariciones.

La peregrinación: el camino del corazón creyente

La vida espiritual del católico no se entiende sin la peregrinación. Caminar hacia un santuario es:

* reconocer que no somos autosuficientes,

* avanzar con un corazón que busca,

* dejarse mirar por Dios a través de María,

* confiar las penas, enfermedades y esperanzas,

* mover el cuerpo para mover el alma.

Millones de peregrinos suben al Tepeyac cada año porque María sigue sanando, sigue escuchando, sigue protegiendo. El santuario es un oasis de gracia donde la Madre del cielo entrega a su Hijo como auxilio, consuelo y salvación.

5. HACIA EL JUBILEO GUADALUPANO 2031: CAMINAR AL SANTUARIO CON EL CORAZÓN NUEVO

La Virgen de Guadalupe no es un recuerdo del pasado; es un acontecimiento vivo, siempre actual. Desde su "casita sagrada" sigue convocando a sus hijos: ancianos, jóvenes, enfermos, familias enteras, pueblos originarios y migrantes. Y su mensaje permanece fresco: "Mucho deseo que se me construya una casita".

Hoy la "casita" es nuestro corazón, nuestras comunidades, nuestras parroquias y nuestras familias. Y lo que Ella pide es lo mismo que pidió a Juan Diego: que Cristo sea el centro, que el amor sea el cimiento, que la esperanza sea el aire que respiramos.

Por eso, en este 12 de diciembre, te invito —como hermano y como creyente— a peregrinar al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Ve con tus cansancios, tus ilusiones, tus heridas y tus sueños; ve como hijo; ve como discípulo; ve como peregrino de la esperanza. Y prepara, desde ahora, tu corazón para el Jubileo Guadalupano de 2031, cuando celebraremos 500 años de su visita amorosa al Tepeyac.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

Santa María de Guadalupe,

Madre del verdaderísimo Dios,

Tú que dijiste a Juan Diego:

"¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?",

mira hoy nuestro corazón necesitado.

Enséñanos a vivir como peregrinos de la esperanza,

a construir en nuestra vida esa "casita sagrada"

donde tu Hijo sea amado, escuchado y obedecido.

Guíanos por los caminos de la paz,

cura nuestras enfermedades del alma,

consuélanos en nuestras penas

y acompáñanos en la noche oscura de cada dificultad.

Tómanos de la mano, Señora del Cielo,

y llévanos siempre a Jesús,

nuestro consuelo, nuestro auxilio y nuestra salvación.

Amén.