Resultados electorales y participación ciudadana
La gente le saca la vuelta a las urnas como una forma de mostrar su beneplácito con la ambientación en que vive
Existen por lo menos dos razones (muy elementales) para explicar las motivaciones del abstencionismo. Una hace ver que si la ciudadanía no acude a votar, es porque está en desacuerdo con el estado de cosas imperante. Y la otra descansa precisamente en la motivación contraria: la gente le saca la vuelta a las urnas como una forma de mostrar su beneplácito con la ambientación en que vive.
No es fácil dirimir en unos cuantos renglones el sentido de una actitud (que puede ser doble) como la que se comenta. Debe existir un justo medio que ubique en su real perspectiva el sentido de una cuestión como la anterior. Sin embargo, lo que convencionalmente nunca ha ameritado mayores discusiones es el desapego ciudadano para presentarse a emitir a su voto, unas veces más que otras.
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Según datos del Programa de Resultados Electorales Preliminares, en Sonora existe una lista nominal de más de dos millones de personas. Empero, en los comicios recientes, sólo la mitad (y apenas) de esa lista salió a votar, registrando una medición estimada en 50.7% contra la de 42.8% alcanzada en 2021, lo que, a la hora de la hora, habría que ver como un avance sustancial en la materia, aunque sin pasar de ese límite.
El problema, sea dicho igualmente a la hora de la hora, es que con tales proporciones numéricas una entidad como la nuestra siguió en uno de los últimos lugares en el interesante rubro de participación electoral. A menudo se cree que la política y su vertiente comicial, representan actividades de primer interés para la ciudadanía sonorense. Pero evidentemente los hechos o indicadores en la materia notifican una realidad muy distinta.
Prueba de ello es que en Hermosillo, la capital del estado y prácticamente una urbe en ciernes, sorprende tomar nota de que, por ejemplo, la cuenta electoral fue sólo de un 51.23%. La sorpresa respectiva no sólo se produjo en la capital del estado, en tanto que otros municipios sonorenses alcanzaron una votación casi igual a la hermosillense.
Es el caso, por ejemplo, de Cajeme, Guaymas y Navojoa, donde los registros de votación fueron de 50.50%, 48.54% y 51.69%, respectivamente. Sin ser del todo malos estos indicadores, por lo menos traslucen que la votación en esos municipios anduvo en la mitad numérica o proporcional, lo que, para ser francos, como queda dicho, no ha de ser del todo reprochable, sino al contrario.
Sin embargo, lo que al parecer a veces (o siempre) se quisiera en esta clase de menesteres, es que la votación electoral resulte cuantiosa e impresionante. Un objetivo como el anterior no ha sido fácil alcanzarlo en una cultura política como la nuestra. Se podrían invocar muchas razones que expliquen una conclusión de esta naturaleza. Pero de momento, más que las disertaciones al respecto, está la frialdad de las evidencias numéricas.
Piénsese, por ejemplo, en municipios como San Luis Río Colorado, Nogales y Agua Prieta, donde la numeración electoral estuvo un poco más entre 39, 40 y 43% respectivamente. Aunque para ser francos, no puede negarse que, en términos generales, la jornada electoral en Sonora resultó muy interesante, sobre todo por la demostración de fuerza y triunfo evidenciada por un partido como Morena.
En el sur del estado, como hay suficiente constancia a la mano, el poderío morenista fue imbatible y absoluto. Sus adversarios partidistas (principalmente PRI y PAN) tendrán mucho que hacer en el futuro inmediato para empezar a recuperarse de la terrible jornada electoral por la que han pasado. Realmente quedaron en una situación complicada.
Pero los sabios en la materia dirían que así son los gajes de la política. De suyo casi siempre, en una primera aproximación, resultados electorales como los que dejaron en todo el país las elecciones del pasado 2 de junio, suelen causar asombro e incredulidad en la opinión pública y particularmente, por supuesto, entre quienes políticamente deben cargar con las derrotas respectivas. La parte que tiene que ver con la alegría o la euforia queda como propia para quienes triunfaron en los comicios.
La anterior entraña una elemental lección de vida. El triunfo representa celebración y euforia. Y la derrota tristeza o desánimo. Nada nuevo bajo el sol. Pero se entiende que la política es (o debe ser) una especie de lucha o batalla constante. Y más para quienes en una circunstancia determinada no se vieron favorecidos por el voto ciudadano. El compromiso de los ganadores es de otro talante no desprovisto de esfuerzo e inteligencia. Palabras simples las anteriores. Pero dotadas de un elemental sentido común.
armentabalderramagerardo@gmail.com