Por disentir y tener arraigada la verdad de nuestros mayores (Itom Yo'o Lutu'uria)

Al ser intérprete en juicios orales tuve la oportunidad de conocer el sistema judicial sirviendo siempre a la comunidad yaqui

Por disentir y tener arraigada la verdad de nuestros mayores (Itom Yoo Lutuuria)

Desde que llegó el hombre barbado o blanco a tierras del Río Yaqui, la muerte, persecución, acoso y exterminio del pueblo yaqui ha sido la tónica en la historia por más 400 años.

Momentos de paz han existido, pero siempre la existencia de manos extrañas en los asuntos de los Ocho Pueblos yaquis para desestabilizar sus sistemas normativos de convivencia política, social, económica y religiosa. Muertes, deportaciones y despojos fueron las formas para exterminar a los yaquis.

El viernes 16 de mayo de 2025, en el recinto tradicional del Pueblo de Cócorit, Loma de Guamúchil, su servidor profesor Manuel de Jesús Moroyoqui Ramírez, viví un hecho violento, que jamás hubiera imaginado pudiera suceder en un recinto tradicional y en presencia de hombres y mujeres que debatían sobre el futuro de nuestro pueblo y menos en los tiempos actuales donde se presume respeto y justicia a los pueblos originarios.

Fui agredido con golpes y amenazas por sujetos camuflajeados como paramilitares para aceptar sus órdenes al grado de que mi familia y mis bienes están en riesgo.

Los motivos, sólo por disentir y expresar lo mejor, todo apegado a nuestras formas internas del gobierno yaqui. Crecer con la sabiduría de mis abuelos y padres me hizo un hombre muy apegado a la verdad de nuestros mayores y por supuesto defenderlos en los terrenos propios de la Tribu Yaqui.

Soy un hombre con historia, formado con valores de la etnia, más de 35 años luchando por una educación para los niños yaquis con pertinencia cultural y lingüística. He participado en el Proyecto Educativo de la Tribu Yaqui, con proyectos de Asesoría de la Dirección Nacional de Educación Indígena, con Inali (Instituto Nacional de Lenguas Indígenas) y la Coordinación Nacional de Interculturalidad, siempre promoviendo el fortalecimiento de nuestra cultura y lengua yaqui, coautor de libros de textos en lengua yaqui para niños y últimamente he estado trabajando en una primaria bilingüe ya muy cerca de mi jubilación y elaborando libros de textos en lengua yaqui con ISEA-INEA para jóvenes y adultos.

Estar certificado como intérprete en los juicios orales me dio la oportunidad de conocer el sistema judicial sirviendo siempre a la comunidad yaqui.

Haber sido el primer regidor étnico en el Ayuntamiento de Cajeme y fundador de la Asociación Ganadera Local del Pueblo de Cócorit, me permitió ser consejero dos veces en la UGRS.

Toda esta historia académica, cultural, lingüística y social me da la calidad moral de señalar cuando el sistema normativo yaqui se ejecuta en desacuerdo a sus formas o se señalan las omisiones que afectan la vida política, social y religiosa de la comunidad. Sé de las injusticias que se cometen en Sonora y México, yo vivo desde el 2019 una reducción a mis derechos laborales hecha por Usicam y FONE, tras las reformas educativas de Peña y a la fecha el Gobierno se niega a rectificar.

Hoy, con esta agresión física y psicológica a mi persona y a mi familia, pido a quien corresponda ofrecerme las garantías pertinentes para resguardar mi integridad física y la de mi familia.

Nuestros usos y costumbres son claros y fáciles de ejecutar, por lo que muchos yaquis tenemos bien presente al vivir dentro de los Ocho Pueblos yaquis.

Cuál fue el móvil de este ataque a mi persona y quién lo ordenó, son asuntos que la autoridad correspondiente tendrá que investigar y ofrecer justicia apegado a las leyes vigentes del Sistema Judicial Mexicano y de Sonora.

La agresión hecha a mi persona y a Cesáreo Cota Tórtola, miembro activo desde hace algunos años por la lucha por el agua, no es sólo a nosotros dos, sino que fue hecha a los más de 40 yaquis, personas mayores, mujeres y jóvenes que estaban en el recinto tradicional haciendo valer sus usos y costumbres; a todo el pueblo yaqui y demás pueblos indígenas de Sonora y del país que día a día despiertan queriendo un pueblo mejor para las futuras generaciones sin olvidar sus raíces.

¿Podremos de ahora en adelante vivir en paz? ¿Podremos deambular libremente por nuestro territorio? ¡No! Reconstruirlo no será fácil, han pasado más de 400 años y sigue la persecución, pero puede morir un yaqui, pero no los principios filosóficos que durante muchos años han dado esa valentía por defender este territorio que Dios le otorgó.