El estado de las calles en Ciudad Obregón es resultado y la viva imagen de la bola de gánsteres de la política que han (des) gobernado desde hace algunos trienios nuestra ciudad. Malandrines de la política que, además de ineptos para presidir una administración pública, han sido corruptos. Es decir, no solo no resuelven el problema, sino que además aprovechan para hacerse de dinero mal habido de los contribuyentes mediante sus triquiñuelas pueblerinas.
El caso es que las calles de la ciudad están para llorar y no se ve para cuándo lo vayan a resolver los responsables aun cuando el actual alcalde va por su segundo trienio al frente de la alcaldía de la ciudad. Han sido tantos años de olvido que será todo un desafío arreglarlas.
Sinceramente, no imagino quién podría ser quien le entre a este grave problema que tenemos encima y que no se le ve solución ni a corto ni a mediano plazo.
Cuando hablo de corrupción es que los trabajos de pavimentación se los dan a los amigos y compadres, quienes no solo no saben pavimentar sino que además lo hacen a sobre precio que es con lo que se quedan para ellos. Son puras machicuepas las que se avientan y las pruebas están a la vista de todos.
Y, si a esto le agregas que el OOMAPASC persiste con su nefasta costumbre de abrir las calles para arreglar el drenaje y que pasan meses sin que las vuelvan a pavimentar, pues la cosa se pone aún más triste.
Por otra parte, es increíble que ahora las calles no duren nada, cuando antes, hasta los años noventa, más o menos, las calles duraban mucho más que ahora. Antes, o no eran tan tontos o no eran tan ladrones.
Para colmo de nuestra mala suerte, tenemos que en nuestra ciudad hasta las calles hechas de concreto hidráulico no duran el tiempo indicado por las mismas autoridades dicen. Se les levantan, se quiebran, se hunden, eso sin contar que al romperlas para reparar alguna tubería resanan las partes afectadas con asfalto.
Bueno, pero ¿Qué vamos a hacer? ¿Esperar hasta que llegue un alcalde que lo resuelva? ¿Acostumbrarnos? ¿No dejar de levantar la voz? ¿Solo quejarnos? ¿Seguir votando por los gánsteres de la política pero que le dan chamba a algún familiar o que son nuestros amigos? Y es que estas calles de la amargura de Obregón atentan contra nuestra paciencia, nuestros automóviles, provocan accidentes, afectan a la salud pública por el polvo que se levanta y a la salud mental por los corajes que nos llevamos haciendo. No se vale.