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Las Plumas

La descomposición femenina

Será baja autoestima o instinto natural lo que las motiva a estar con alguien que, en muchas de las veces, no vale la pena, y llegan a cambiar todo

Jesús Huerta Suárez

Cada día hay más damas que en su afán de agradar a los hombres, supongo, tratan de parecerse a ellos y actúan como tales; maldicen, descuidan a los hijos, le entran a los vicios y se hacen cómplices de gañanes mal paridos al grado de dejarse arrastrar hasta el fondo de la cloaca, olvidando que su esencia es, precisamente, ser diferentes, ser la luz y el corazón de una familia; ser madres es su gran responsabilidad, por eso, cuando se descompone la mujer, se descompone el mundo.

Entiendan, no somos iguales, no podemos ser iguales, no debemos ser iguales, no queremos que sean iguales. Ustedes son mejores y gran parte del peso de este mundo se recarga en su espalda y si se mueven el mundo se cae. Es como cuando colapsa la educación, colapsa una nación.

Será baja autoestima, o el instinto natural por la procreación lo que las motiva a estar con alguien que en muchas de las veces no vale la pena en lo absoluto, y llegan a cambiar todo por su compañía, al grado de dejarse hundir junto con él en las drogas, el alcohol y en la decadencia con tal de darles gusto.

Quizás sea la falta de parámetros claros sobre lo que, por su esencia superior, casi divino, les compete, pero cada vez es más común ver damas descompuestas a nuestro alrededor; mujeres que intentan hasta hablar tan soezmente como el hombre promedio. Sí, cada vez hay más mujeres que desatienden a sus hijos para dedicarse a la disipación sin freno, sin pensar en que los niños pueden crecer sin padre, pero no sin madre. Olvidan que el ejemplo que dan a sus hijos es igual de valioso que el amor de madre. Cada día más en nuestra tierra están naciendo niños afectados de madres adictas, hijos que luego son aventados, literalmente, con las abuelas o parientes para que se encarguen de ellos, siendo esos abuelos o familiares quienes absorben de golpe todo el dolor y la tristeza que implica criar un pequeño con malformaciones, con problemas sicomotrices, con síndrome de abstinencia, con ataques epilépticos, con retraso mental y otros muchos problemas de salud.

Los padres que los engendraron también son responsables, pero, es caso perdido, cuando no se cuenta con una madre consciente y responsable del milagro de dar vida a un ser. No estoy inventando, es cuestión de investigar un poco en los hospitales de la ciudad esto que está pasando y parece no tener fin. La mujer tiene una función trascendental en nuestra sociedad, de ella depende en gran parte, quiera o no, la salud física y mental de las nuevas generaciones. La mujer será siempre la esperanza de un mundo mejor. 

Es cierto lo que dice la doctora en ciencias Marcela Lagarde, etnóloga y antropóloga mexicana, de que la mujer actual experimenta una especie de sincretismo como resultado de su crecimiento entre dos paradigmas de vida, pues por un lado existe una cultura machista, donde persisten roles de sumisión, sentimientos de dependencia y una dominación fuerte de los hombre hacia ellas y su familia, afirma, y al mismo tiempo son educadas en una condición moderna, que implica la independencia, autonomía, igualdad en las relaciones con los varones, ascenso laboral y académico que las sitúa en un conflicto interno y con los demás, lo que al parecer les está complicando aún más las cosas, unido a la violencia y discriminación y en muchísimas ocasiones son las únicas responsables de mantener el hogar y de realizar las laboras propias de la casa, lo que las está orillando a querer parecer al hombre y ahí están las consecuencias. Si se descompone la mujer, se descompone el mundo, y eso es mucho decir.

“Mujer, yo sé que tú lo entiendes, hay un niño pequeño dentro de cada hombre, por favor recuerda que mi vida está en tus manos”, John Lennon

Jesushuerta3000@hotmail.com