Por: Eduardo Sánchez
Alejandro Mungarro Daniels
(Historiador)
Al parecer la orden o sugerencia de las autoridades de “quédense en casa”, fue tomada seriamente por aquellos que en teoría deben vigilar que no se abuse en los precios de los productos básicos.
Por un lado, los anuncios publicitarios de las diferentes dependencias de gobierno pregonan que sus funcionarios están en la estricta vigilancia de que en el comercio no se alteren los precios.
Lo más seguro es que tales funcionarios estén “trabajando” desde la comodidad de sus casas y no se dan cuenta de lo que ocurre en gran número de comercios, de todos los tamaños, desde las grandes cadenas de supermercado hasta las tienditas de la esquina.
Baste tan solo dar un ejemplo: La cartera de huevos, el cual es un producto indispensable para la canasta básica, se oferta en el módico precio de hasta ochenta y cinco pesos, es decir casi el equivalente a un salario mínimo.
Lo peor del caso es que en nuestra comunidad, no existe alguna dependencia para denunciar estos casos; la llamada Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), que en teoría promueve y protege los derechos del consumidor, no existe en nuestra comunidad, al parecer las autoridades locales la dejaron ir, o lo que es lo mismo no pudieron retenerla y alguien consideró que en Cajeme no era necesaria. Solo quedó un edificio abandonado, en un lugar céntrico de la ciudad.
Ahora, para cualquier caso que se tuviera que ventilar ante esta Procuraduría, forzosamente tiene que trasladarse a Hermosillos a ventilarse ese asunto y en ocasiones sale más caro el caldo que las albóndigas.
Otro de los productos de la canasta básica, el frijol, se encareció hasta el 30% y así la mayoría de ellos.
Lo peor del caso es que en Cajeme ni tan siquiera existe un representante de la llamada Profeco con quien ir a quien pedir auxilio. En cuanto a esto, a todos los ediles les pasó de noche, cuando esta dependencia a fines del año pasado decidió dejar tierras cajemenses, nadie llevó a cabo la más mínima protesta, ni tan siquiera el más aguerrido de ellos, Rosendo Arrayales, elevó una tímida protesta.
Así pues, los consumidores cajemenses están a merced de todos aquellos que quieran abusar de ellos, como el caso también de algunas farmacias, que abusando o aprovechándose de la contingencia que nos tiene a todos paniqueados, elevaron el costo de los cubrebocas hasta en un 250% .
Con el caso de Profeco en Cajeme, sucede lo mismo que con Condusef, dependencia también que en teoría se dedica a promover y defender los derechos e intereses de quienes usan productos y servicios financieros, que si bien es cierto en nuestra ciudad existe una especie de corresponsalía, la realidad es que los encargados de ella no cuentan con ningún tipo de facultad para resolver cualquier asunto proveniente de malos servicios o de abusos que hagan los bancos en perjuicio del usuario, como se dio el caso, hace unos días de una tienda de las llamadas de conveniencia que se negaron a hacer el pago de una remesa proveniente de los Estados Unidos de Norteamérica.
Quizá este tipo de asuntos o problemas sea de competencia de alguna de las comisiones formadas en el Cabildo de Cajeme. Debe de serlo.
Al parecer en la administración de Ricardo Bours Castelo, la dependencia Profeco en Ciudad Obregón, estuvo a punto de cerrar sus oficinas. El Cabildo en ese entonces subsidió parte de los gastos que implicaba su permanencia en la ciudad, porque el Gobierno Federal no los cubría, tal vez esto haya pasado ahora.
Sea eso el motivo o cualquier otro, el consumidor cajemense se encuentra a merced de todo aquel que quiere abusar de ellos, lo peor que esto sucede en tiempos que en el papel, debería darse y sentirse más solidaridad.
Pero eso no sucede, por lo contrario los abusos se dan ante los ojos de todos, con la incertidumbre de que pueda permanecer y tal se acrecenté si no hay ojos de la autoridad que los observe, pero además que los frene y sancione.
