La vida política de Ignacio L. Pesqueira es muy conocida y está sólidamente documentada, pero de su carrera como maestro de enseñanza primaria prácticamente no sabemos nada, pese a que antes de ser regidor, alcalde, legislador y gobernador revolucionario, trabajó de profesor en una escuela pública del Estado, en la primaria de varones de la Comisaría Las Delicias, Municipio de Arizpe, donde además de enseñar a leer, escribir y contar, preparaba a los alumnos más adelantados en el ramo de "Teneduría de Libros", que era una asignatura que preparaba para el trabajo de oficina, con énfasis en el manejo de asuntos contables.
No obstante, la relevancia social y cultural de su intervención pedagógica, más cuando en una comunidad pequeña y aislada, como Las Delicias, la escuela y el maestro constituyen los vasos comunicantes más efectivos de la propagación cultural, ese tramo de su fecunda obra pública permanece en la oscuridad, cuya historia aún sigue pendiente de escribirse, aunque ya dimos un paso en ese sentido, modesto si se quiere, para ya no estamos con el mismo vacío, como veré enseguida.
Hace apenas unos días, hurgando algunos papeles viejos, de primera mano, que cuido como mi propia vida, encontré una copia del periódico "La Constitución de 1883", en cuya edición fechada en diciembre de ese año, aparece la publicación de un informe estadístico relativo al estado que guardaba el ramo de educación pública en el distrito de Arizpe, con énfasis en las cabeceras municipales y pueblos principales, incluyendo un puñado de ranchos y comisarías, lo que desmiente, dicho sea de paso, la versión de la historiografía tradicionalista, que atribuye al régimen de la revolución la invención o formación de la escuela rural mexicana.
En el informe de referencia está estructurado en seis ejes: Municipio, escuelas, edificios, preceptores y sueldos nominales. En el rubro denominado "preceptores", que era como antes llamaban a los profesores de primaria, aparece una relación de 17 educadores de ambos sexos, con nombre y apellido. De entre ellos, llamó poderosamente mi atención el que estaba en el décimo lugar, cuyo nombre de pila era "Ignacio L. Pesqueira", sí el hijo del otrora general juarista y gobernador del Estado, don Ignacio Pesqueira, un sonorense que luego abrazó la causa maderista y destacó como militante carrancista; además desempeñó funciones de diputado y gobernador del Estado en una época aciaga y definitoria de la revolución triunfante.
Se trata de un hallazgo relevante, cuya develación pone al descubierto una faceta de la trayectoria pública de Ignacio Pesqueira, la de profesor de enseñanza primaria, desconocida por propios y extraños hasta antes de esta publicación. Más allá del conocimiento de su trayectoria política, suficientemente documentada desde hace tiempo, hoy por hoy también sabemos que dedicó algo de su vida al magisterio, y se le vio enseñan en una escuelita pueblerina, con 30 niños inscritos, situada en el Municipio de Arizpe, cerca de su pueblo natal, Huépac.
Por las fuentes disponibles, sabemos que Ignacio L. Pesqueira, de 26 años y algo de escuela en su haber, fue nombrado profesor de la Comisaría Las Delicias, jurisdicción de Arizpe, donde desempeñó a la vez el puesto de director de la primaria del lugar, durante el ciclo escolar 1882-1883, con un sueldo nominal de 20 pesos mensuales, menos que un peso diario, pagados por la Tesorería Municipal de Arizpe.
Por el informe referido, se sabe que en Las Delicias sólo existía la escuela para varones del profesor Pesqueira, la cual ocupaba un edificio propio "en buen estado. Entonces asistían como 30 menores, en un horario de jornada completa y un programa académico que combinaba la enseñanza de asignaturas básicas, como lectura, escritura y aritmética, con otras cuyo estudio era más desafiante, como geografía, historia, inglés y "Teneduría de libros", esta última materia preparaba para el trabajo de oficina, especialmente para el manejo de libros o cuadernos contables, disciplina en la que después el antiguo profesor demostró ser una "chucha cuerera".
Cabe añadir que Ignacio Pesqueira fue profesor en una época en que no era requisito tener estudios de pedagogía y mucho menos título de Normalista. Más allá del estudio, las aptitudes y vocaciones, parecía que el género tenía un peso determinante en la contratación docente y en los sueldos, pero el género masculino llevaba la de ganar, dado que el magisterio era uno de sus dominios, como consta en el informe que nos ocupa.
Ciertamente, el informe refiere que en el distrito de Arizpe había 17 maestros en servicio: 13 eran varones y cuatro mujeres, con el agravante de que ellas no sólo eran menos en proporción a sus contrapartes, sino también las hacían menos en términos salariales. Manuela Nogales, por ejemplo, era maestra en Arizpe y tenía un sueldo mensual de 25 pesos, la mitad de lo que percibía el profesor Carlos Zalazar del mismo lugar, lo que ejemplifica el grado de inequidad o discriminación de que eran objeto las maestras de ayer, al parecer sólo por el hecho de ser mujer.
Por su lado, Carmen Jácome, una joven profesora de la escuela de niñas de Bacoachi, ganaba 25 pesos mensuales; o sea, menos de un peso diario; en tanto, su colega Emeterio C. Franco, director de la escuela de varones del lugar, percibía 60 pesos al mes, el doble y algo más de lo que devengaba la señorita Jácome, todo cubierto con recursos del "Legado Tato", un fondo heredado por un filántropo lugareño, para uso exclusivo de construcción de escuelas y pago de enseñanza.
No les iba mejor a las señoras Cambell y Gilles, ambas con plazas docentes en Banámichi y Huépac, respectivamente, cuyos esposos: Alejandro Cambell y Antonio Gilles, maestros ambos en las mismas localidades, tenían asignados mejores sueldos, con una diferencia a su favor de hasta 10 pesos mensuales.
Por lo que hace al alumnado, los niños les sacaban mucha ventaja a las niñas, en cuanto a oportunidades de estudio, dado que había muchas más escuelas para varones que para mujeres. En el caso del distrito de Arizpe, el informe ya antes mencionado, refiere que siete cabeceras municipales y cuatro comisarías, entre ellas Arizpe, Fronteras, Huépac, Baviácora, El Ranchito, Suaqui y Chínapas, contaban con escuelas gratuitas para niños, pero sólo cuatro de esos lugares tenían planteles oficiales para niñas.
Por tanto, la matrícula del ciclo escolar 1882-1883 observaba un marcado contraste de género, en el que el predominio de varones era abrumador, tanto que, de un universo de 565, 442 eran hombres y solo 123 mujeres, de modo que las féminas representaban como el 21 por ciento de los "escuelantes" registrados. Estos datos llevan a suponer que cientos de niñas no tenían escuela ni maestro y, por consiguiente, pasan su edad escolar sin saber leer ni escribir, como sucedía en las ya mencionadas comisarías de El Ranchito, Suaqui y Las Delicias; incluso, en algunos pueblos de mayor jerarquía político-administrativa, entre ellos Baviácora, Aconchi, San Felipe, Fronteras y Sinoquipe, cuyas autoridades se afanaban solamente en contratar un maestro para la enseñanza de los niños.
En ese contexto educativo, tan disímil y contrastante, en el que las autoridades políticas priorizaban la escolarización masculina y fomentaban la masculinización del magisterio; las mujeres siempre salían perdiendo; Ignacio L. Pesqueira dedicó algún tiempo de su vida al oficio de profesor de primaria, tal como lo hicieron sus correligionarios Plutarco Elías Calles y Esteban Baca Calderón, entre otros, quienes antes de ser jefes revolucionarios fueron maestros de escuela.