"Su frecuencia cardiaca era muy baja, a pesar del soporte médico no alcanzaba a subir, entonces mi experiencia me hizo creer que podía estar sufriendo una hipoglucemia neonatal y pensé: ´hay que darle alimento´. Y el alimento ideal es la leche materna, yo estoy alimentando a mi bebé, tengo un bebé pequeño y lo que hice fue extraer mi leche para poder alimentar a la bebé y su frecuencia cardiaca subiera un poco, y pues sí, resultó efectivo...".
Lo contó Eloísa Herrera a mi compañero Abraham Nava. Ella es integrante del Escuadrón de Bomberos que acudió al rescate de la pequeña arrojada entre dos paredes en la delegación Iztacalco. Las imágenes de ese instante, el de la menor llorando mientras derribaban parte de aquellos muros, las transmitimos en Imagen Noticias. De esas notas que no comprendemos, dolorosas. Sin embargo, después de ese acto de heroísmo, como tantos que tendrán lugar todos los días en nuestro país, llegó otro. Esa decisión que Eloísa tomó, le salvó la vida a esta bebé.
"Situaciones de rescate tenemos todos los días, muchísimos, pero que involucren bebés recién nacidos no son servicios que se den en la Ciudad de México (...) Tengo siete años trabajando en el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas, es la primera vez que me toca (...) La verdad no sabría decirte cuánto tiempo tiene de nacida la pequeña, pero sí nació dos veces, es increíble las ganas de vivir de esa pequeña...", contó Pamela Arreguín, jefa de la Unidad Departamental de Especialidades de Rescate de la SSC.
La decisión de Eloísa salvó una vida, fue cosa de un instante, ése que convierte a alguien en una persona chingona: "Eso no lo escribe ningún libro ni nos lo enseña nadie, fue netamente instinto maternal, el ver a la bebé desprotegida, al verla, pues, que su situación era delicada...". En el reportaje, afirmó que si algún día la bebé, ya mayor, busca información de este momento en internet, espera que reciba este mensaje: "Me alegraría mucho saber algo de ella, y le diría que lo que hizo, se hizo de corazón, no fue algo como que se premeditara o se pensara mucho. Fue un instinto de ayudar y, de alguna manera, aportar un granito más de arena para que se lograra estabilizar...".
Un granito, dice Eloísa. Ese granito que marca la diferencia, que hace una enorme diferencia en la vida de alguien. Gestos, decisiones que se toman en un segundo o menos, pero que tienen un impacto directo e instantáneo en alguien más. Solidaridad, empatía. Brindar la mano. Actitudes de personas chingonas, mujeres y hombres, que en un país, en un mundo, en donde a veces el futuro luce desolador, dan un poco de luz al camino.
Un profesor que ayuda con su tarea al hijo de una de sus alumnas en pleno salón de clases. Decenas de personas que acuden al llamado en redes para ayudar a don Abel, quien había tenido días malos en su venta de hotdogs. Y un angelote que le envió un carrito nuevo. O recuerdo a aquellos otros, que llevaron flores y sobre todo, su tiempo para estar junto a un hombre que velaba solo a su esposa en una funeraria en Saltillo. Esa compañía que sólo se avala con un abrazo solidario. Esos momentos con los que también se construye una sociedad ávida por más mujeres y hombres chingones, cuyo gratino hace tanta falta y diferencia.