Ernesto "Ché" Guevara

Legendario guerrillero que a sus 39 años cayó por sus ideales. Fue detenido, herido y desarmado por militares bolivianos, asesoradas por yanquis

Ernesto "Ché" Guevara

El 8 de octubre de 1967, en La Higuera, Valle Grande, Santa Cruz, Bolivia, fue asesinado uno de los hombres más extraordinarios de la humanidad: el comandante Ché Guevara.

Ernesto Guevara de la Serna había nacido en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928.

El legendario guerrillero cayó en combate por sus ideales de libertad y justicia social. Tenía apenas 39 años de edad.

Fue detenido, herido y desarmado por fuerzas castrenses del Gobierno boliviano, asesoradas por militares yanquis que se habían unido en santa alianza para detener al guerrillero heroico que había iniciado en América del Sur un levantamiento con el propósito de liberar de la opresión a los pueblos andinos.

SU OBRA LA ESCRIBIÓ CON LA PLUMA DE LA LIBERTAD

En su juventud recorrió varios países de América del Sur. Conoció la situación de miseria en la que vivían miles de hombres y mujeres nacidos en los valles, desiertos, selvas y montañas del hondón americano. La realidad social en la que sobrevivían millones de seres humanos le impactó y forjó su carácter indómito. Resuelto, puso proa al norte de nuestro continente. Procedente de su natal Argentina, llegó a Guatemala, donde se incorporó al movimiento emancipador por la liberación de este país que encabezaba Jacobo Arbenz, militar progresista que fracasó en su intento.

El joven Quijote americano cruzó entonces la región del Mayab y llegó finalmente a la Ciudad de México. Allí conoció accidentalmente a un hombre que le ataría a la revolución cubana para siempre. El rebelde era Fidel Castro.

Guevara de la Serna desde niño venció las adversidades que le impuso la vida. Siendo muy joven forjó su recio carácter indómito. Como médico hizo un recorrido por los países de Sudamérica para conocer las realidades en las que vivían la mayoría de los pueblos originarios que habían sido sojuzgados por el imperio español.

En 1954 luchó en Guatemala al lado del general Jacobo Arbenz y, después del fracaso del movimiento, fue deportado a México, donde conoció a los revolucionarios cubanos que en el exilio preparaban, por un lado, el derrocamiento de la dictadura encabezada por Fulgencio Batista y, por ende, la continuación de la Revolución de los humildes.

En la Ciudad de México, en casa de María Antonia, ciudadana cubana radicada en la capital del país, conoció al líder de la insurgencia, un joven egresado de la Universidad de La Habana. Sin vacilaciones se incorporó de inmediato.

Guevara participó de manera clandestina en los preparativos y capacitación de un grupo guerrillero. Por su perseverancia y disciplina se distinguió y pronto se ganó la confianza de aquellos efebos que anhelaban, soñadores, una patria libre.

Después de varios meses de prácticas de tiro, largas caminatas y ascenso al volcán Popocatépetl, a pesar de una afección respiratoria que sufría desde niño, el argentino ocupó un lugar en el grupo que partiría de México hacia Cuba, que es, por cierto, la ínsula más grande del mar Caribe. Para el soñador argentino este país era totalmente desconocido.

Así, el día 25 de noviembre de 1956, decidido a luchar por la liberación del pueblo cubano, embarcó en el Puerto de Tuxpan, Veracruz, en un pequeño yate llamado Granma.

La preciada carga la constituía, además del capitán del navío, 82 expedicionarios resueltos a conquistar el porvenir y luchar en contra de una dictadura militar que oprimía y sojuzgaba al pueblo de José Martí.

En la madrugada de aquel día histórico, en absoluto secreto y desde luego clandestinamente, el yate inició la travesía del Golfo de México con muchas dificultades. Por un lado, los fuertes vientos y la bravura del mar que azotan aquella zona en el mes de noviembre y, por el otro, el exceso de peso que llevaba el buque, que sólo tenía cupo para 25 personas.

Aun así, el barquito iba viento en popa rumbo a Cuba a continuar la gesta libertaria iniciada el 26 de julio de 1953, con el hecho conocido en la historia como el Asalto al Cuartel Moncada.

Después de una travesía tortuosa por el Golfo de México, finalmente, luego de varios días de agonía y esperanza, los expedicionarios extenuados vieron las costas de la tierra prometida.

 

ERA EL DÍA 2 DE DICIEMBRE

El pequeño barco prácticamente naufragó frente a la playa Las Coloradas, situada en la costa oriental de la más grande de las islas del Caribe. Para concluir la desgracia, la embarcación fue recibida por una lluvia de balas y bombardeada por aviones del Gobierno batistiano que había sido alertado. Sin misericordia alguna arrojó metralla a los intrusos que osaban atentar en contra de la soberanía gobernada por un sanguinario dictador llamado Fulgencio Batista.

El barco naufragó y la tropa insurgente fue prácticamente aniquilada. Los sobrevivientes, como pudieron, se dispersaron entre el fango y una mancha de manglares salvadora que pudo cubrirlos de una intermitente ráfaga de metralla del comando aéreo que los perseguía.

De los 82 guerrilleros que partieron de tierra veracruzana en la búsqueda de la gloria, sólo quedaron doce titanes que milagrosamente salieron con vida del derrumbe de los sueños.

Los sobrevivientes del ataque aéreo, perseguidos por las fuerzas policiacas, divididos al azar en tres grupos, salieron de la costa y avanzaron orientados e iluminados por las estrellas de la negra noche rumbo a su destino.

Días después del desembarco, en las inmediaciones de la Sierra Maestra, por fin se reagruparon doce guerrilleros. Entre ellos Fidel y Raúl Castro y el médico de la tropa: doctor Ernesto Guevara de la Serna.

Allí, en ese escenario agreste y desconocido para todos, y hoy lugar histórico, los barbudos escribieron las páginas más gloriosas de la Revolución cubana. Los conocimientos adquiridos en su etapa preparatoria no fueron en vano. A los pocos días de su arribo a la tierra prometida, se relacionaron con campesinos de la zona montañosa quienes, de inmediato, luego de conocer los fines y planes de los insurgentes, se incorporaron al naciente núcleo guerrillero encabezado por un joven abogado que, en lo más alto de la Sierra Maestra, un buen día, después de hacer un recuento de los doce hombres y siete armas con que contaban, de pie, mirando en lontananza, exclamó su primera profecía: "Los días de la dictadura están contados".

Entonces, los hidalgos se miraron sorprendidos entre sí. Al unísono levantaron los hombros diciendo en silencio: que así sea.

Luego, frente al Pico Turquino que los alumbró, iniciaron la gran marcha que duró dos años y culminó con el derrocamiento de la dictadura y la toma del poder por el pueblo cubano.

A finales de diciembre, el diezmado grupo guerrillero encabezado por Fidel Castro Ruz, en lo más abrupto de la Sierra Maestra, inició la guerra de guerrillas.

Ernesto Guevara era el médico de la tropa. Se distinguió por su valentía, disciplina y apasionada entrega a las causas revolucionarias. De manera fraterna, se le impuso el sobrenombre del Ché por su origen argentino. Este seudónimo de Ché, dicho así con respeto y cariño, ha recorrido el mundo y ha sido impreso en la memoria de sus seguidores y admiradores. Tal y como es: un hombre sin mácula en su actitud y en su conducta.

Después de tantos años de su lucha libertaria, hoy vive en el corazón de millones de seres humanos que admiramos su entereza, firmeza e ideales de justicia social.

En lo más álgido de la lucha por la liberación de su segunda patria, por su disciplina y entrega al combate guerrillero, recibió el cargo de comandante. Hasta hoy día se le conoce en el mundo entero como comandante Ché Guevara. Título que ni la muerte ni el tiempo le han podido quitar. La gloria es de él. Es de un ser humano extraordinario.

Al triunfo de la Revolución adquirió la nacionalidad cubana. Poco tiempo después fue integrado al Gobierno Revolucionario, donde ocupó diversos cargos relacionados con la economía. Entre otros, fue director del Banco Nacional de Cuba.

De manera anecdótica se destaca el hecho curioso de que los nuevos billetes cubanos tenían la firma del director del Banco y tenían la firma del Ché. Mejor dicho: era un garabato de letra de médico.

El Ché fue uno de los constructores del nuevo estado socialista de la Cuba revolucionaria.

Después de participar en múltiples tareas diplomáticas, de lucha universal e internacionalismo proletario, un buen día tomó la decisión de iniciar la lucha por la liberación de los pueblos de América Latina y estableció un foco guerrillero con una célula de combatientes en las montañas de Bolivia. Descubierto el grupo fue cercado por militares bolivianos hasta que lograron derrotar a los insurrectos. Los castrenses estaban asesorados por expertos de los Estados Unidos. La milicia logró detener con vida al legendario guerrillero. Desarmado y herido en el que fue su último combate de su vida por la Libertad, lo tomaron preso y lo llevaron atado a un pueblo llamado Valle Grande, Bolivia. Finalmente, el día 8 de octubre de 1967, en la escuelita de La Higuera, fue ultimado a balazos. Su cuerpo semidesnudo quedó tendido en una pileta. Murió con los ojos abiertos como mirando al mundo que siempre había soñado: libre de todo mal y opresión.

¡Hasta siempre, Comandante!

¡Honor y Gloria al Comandante CHÉ GUEVARA!

Ciudad Obregón, Sonora.