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Las Plumas

El Problema del Tren

Su Paso por Navojoa

El Problema del Tren

Como bien sabe la opinión pública sureña, cada cierto tiempo sale a relucir una vez más el problema que tiene que ver con el paso y las maniobras que realiza el ferrocarril a su paso por Navojoa. No se habla de un hecho inédito o que haya empezado a registrarse apenas el día de ayer.

Se trata en realidad de un abuso que por lo menos debe cumplir ya casi medio siglo de que empezó a ejercerse religiosamente. Su abierta impunidad se explica por la franca patanería de empleados que por lo visto han llegado a decir que el tren llegó primero y no las colonias o la gente. Con semejantes criterios quizá no haya mucho que añadir a la polémica.

Aunque por supuesto bien podría replicarse que el tren no empezó a circular por el afán samaritano o desprendido de nadie, sino por razones de estricta utilidad, si bien no puede dejar de reconocerse la palanca que representó para el despegue económico del país. Pero de eso a justificar que en Navojoa el tren llegó primero y después la gente y las colonias, hay de por medio una soberana insolencia tan larga como un convoy ferrocarrilero que obstruye el paso peatonal y vehicular entre dos partes territoriales de Navojoa, separadas de suyo por un canal, sin que esta circunstancia (la del canal) represente alguna anomalía existencial para nadie.

El problema es con el paso del tren, como tantas otras veces se ha dicho a lo largo de la historia reciente (y no tanto) de Navojoa. El caso es que una vez más ha salido a relucir (como si hiciera alguna falta, lo que sea de cada quien, aunque hay que reconocer el propósito) la exigencia ciudadana para que se reubiquen los llamados patios de maniobras del ferrocarril.

No es ocioso reiterar que esta demanda tiene ya buen tiempo de que suele plantearse periódicamente. Y la verdad es que no asombra tanto su postulación (aunque es preciso reconocerla una vez más), sino la indiferencia, el desprecio o el desdén con que han recibido ese planteamiento autoridades de toda clase y nivel. Las municipales, por ejemplo, nunca mostrado mayor interés en entrarle a este asunto. Igual las estatales. Y las federales ni siquiera han de saber dónde queda Navojoa o si el tren pasa por aquí.

Ironías o certezas aparte, lo que no está a discusión es el hecho de que poco a poco ha venido aumentando todavía más el caos o desorden vial que generan todos los días el paso y las maniobras del tren, fundamentalmente en el crucero representado por la avenida Abasolo, y un poco más allá por la Allende. No en balde la población que sufre diariamente los problemas de tiempo que le significan las maniobras del tren (que le impiden el cruce de las vías), ha llegado ya a una especie de cansancio existencial por esta situación que no tiene para cuándo solucionarse y que le ocasiona gravosas pérdidas de tiempo.

Un esquema como el anterior resulta muy fácil en su comprensión. Pero lo que no se entiende es por qué se ha permitido históricamente que las cosas que se comentan hayan llegado al gravoso nivel en que se encuentran. No es novedad postular que, por ejemplo, el oriente de Navojoa se ha convertido práctica y funcionalmente en casi otra ciudad en virtud del desarrollo que ha alcanzado. Pero lo que no alcanzan a entender quienes las ha diseñado, es que las llamadas maniobras de patio del ferrocarril, al paralizar el tránsito general entre el poniente y el oriente de Navojoa, generan conflictos de muy diverso talante.

En efecto, conflictos que se traducen en pérdida de tiempo y afectaciones en materia escolar, comercial, empresarial, familiar y todo el género de relaciones que se producen en un conglomerado como el que significa Navojoa, que es también un ámbito poblacional cada vez muchísimo más grande. Tal es la certeza o evidencia que se tiene a la mano y que no amerita mayores discusiones.

Empero, se estará de acuerdo en que sí es posible objetar o cuestionar la dejadez o indiferencia con que los mandos del ferrocarril han dejado que crezca el problema que se comenta, y que tantos perjuicios, de muy diversa índole, causa directamente para una ciudad como Navojoa. Es claro, o debe serlo sin entrar en mayores averiguaciones, que una población como la navojoense merece una mejor suerte a la hora de encarar el cotidiano abuso de las maniobras del tren.

A la hora de la hora, sin embargo, quizá más temprano que tarde, tendrá que abrirse paso la solución que demanda este embrollo. Por lo menos así hay que pensarlo, por más ingenuidad que exista en esta actitud. Aunque quizá será mejor pensar en un milagro por parte de los cielos. ¿O no…?

armentabalderramagerardo@gmail.com