Las Plumas

¿Después del 9?



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¿Pero qué sigue? Debemos aprovechar el impulso para emprender cambios estructurales que hagan de este evento un momento fundacional y no solo un acontecimiento simbólico. La principal responsabilidad para generar los cambios que permitan prevenir la violencia en contra de las mujeres y cerrar la brecha de desigualdad entre mujeres y hombres corresponde al Estado. La tarea de crear leyes, diseñar políticas públicas e implementarlas es de los servidores públicos. A nosotras nos toca seguir generando los contextos de exigencia, impulsando los cambios y valorando los resultados.

Una obligación estatal crucial es la de generar cambios socioculturales para erradicar todas las prácticas que implican sumisión de las mujeres. A esto se comprometió México hace más de 30 años al ratificar la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW) y, hasta ahora, no hemos visto esfuerzos al respecto. No se trata de una cuestión menor porque de nada sirve cambiar las leyes y diseñar políticas públicas si siguen siendo aplicadas en un contexto machista y misógino.

¿Cómo generar los cambios socioculturales para que el contexto cambie? Primero, teniendo paciencia. Segundo, precisamente por lo anterior, teniendo la voluntad política de apostar por medidas de mediano y largo plazo. Esto es crucial porque los actores políticos suelen estar interesados solo en aquello que luce y redunda en rendimientos de inmediato. Tercero, sabiendo que tendremos que desconstruir estereotipos y prejuicios que se encuentran enraizados en lo más profundo de la cultura. Y cuarto, en sintonía con el punto anterior, haciendo conciencia entre los hombres de que deben ceder espacios y poder.

Debemos comprender que lo que sucede a las mujeres no es un hecho aislado. Tampoco es algo coyuntural. Las acciones deben ser estructurales, de largo plazo, incidir en la cultura y alterar dinámicas en el sector público y también en el sector (y en el ámbito) privado.

Para finalizar centraré mi atención en el sector educativo que, cuando pienso en el paro de mujeres, me parece crucial. Las y los niños siguen siendo educados bajo un esquema que sitúa a las niñas de un lado y a los niños en otro. Ellas en el polo débil; ellos en el fuerte. Este entendimiento binario de lo femenino y lo masculino está en el origen de muchos de los problemas que nos ocupan.

Fui invitada a la escuela de mis hijas a hablar sobre el paro. Eran 150 niñas y niños de nueve años. Mi temor, frente a esta exigente audiencia, era aburrirlos y perder la oportunidad de hablar de la importancia del Día Internacional de las Mujeres. Pero sucedió lo inimaginable, varios querían saber cómo apoyar y cambiar las cosas más inmediatas de su entorno. Quienes no estaban convencidos, al escuchar lo que sus compañeras y compañeros decían, se iban convenciendo de que tenían una importante tarea. Una niña me preguntó: ¿Cuándo, por qué y con qué fundamento, los hombres pensaron que eran superiores a las mujeres? Hay tanto que aprenderles, pero sobre todo tenemos que asegurar que no aprendan con los mismos estereotipos con los que nosotras y nosotros crecimos.