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Las Plumas

De política y cosas peores

"Soy Frank Lloyd Wright, el mejor arquitecto del mundo". Así respondió el famoso constructor al juez que le pidió se identificara


¡Pobre Fallicio! A la hora de la hora sufrió un súbito episodio de disfunción eréctil y no pudo ponerse a la altura de su compromiso con la linda chica a la que había invitado a su departamento. Eso no debe extrañar. Será raro el varón al que alguna vez no le haya acontecido un caso igual, que puede deberse a cansancio, nerviosismo o múltiples factores físicos y psíquicos.

Una mujer buena, cariñosa y comprensiva sabrá entender al apenado varón y ayudarlo en ese trance, que generalmente se supera luego. Pero advierto que me he apartado del relato y le estoy haciendo la competencia a Masters y Johnson.

 Vuelvo a mi narración.

Cuando vio que Fallicio no podía izar el lábaro de su varonía le preguntó Bonelia, que así se llamaba la chica que con él estaba: "¿Qué te pasa, mi cielo?". "Mira -explicó él-. Hoy por la mañana metí la llave en la cerradura de la puerta de mi oficina y se me quedó atorada. Luego metí un lápiz en el sacapuntas y se me quedó atorado. Luego metí un desarmador en un aparato y se me quedó atorado también. Ahora que estoy contigo me entró miedo". (No le entendí).

"Soy Frank Lloyd Wright, el mejor arquitecto del mundo". Así respondió el famoso constructor al juez que en un tribunal le pidió que se identificara.

Al salir de ahí un amigo del célebre personaje le afeó haber dado esa respuesta. "Sonaste muy presuntuoso" -le dijo. "¿Y qué querías que hiciera? -se defendió él-. Había jurado sobre la Biblia decir la verdad, toda la verdad y solamente la verdad". Pues bien: no faltará a la verdad quien diga que los coahuilenses tenemos un muy buen gobernador en Miguel Riquelme, y los saltillenses un excelente alcalde en José María FraustroSiller.

El pasado martes estuve en una bella ceremonia que ellos presidieron. Se entregó a la comunidad de "Las Teresitas", al sur de Saltillo, un funcional edificio destinado a una escuela preparatoria a la cual se impuso el nombre de un querido amigo mío, el profesor Arturo Berrueto González.

92 años tiene él, y todos los días acude a su trabajo a las 8 de la mañana. Es Presidente del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, al que sin merecerlo tengo el honor de pertenecer.

Tanto el gobernador Riquelme como el alcalde Fraustro destacaron sus méritos: gran educador, historiador reconocido, liberal de ilustre linaje, servidor público ejemplar y sobre todo -lo dijo el gobernador- hombre bueno, sencillo y cordial. Honrar honra, afirma una lacónica pero veraz sentencia.

Este homenaje a Arturo es muestra de que Coahuila, mi estado natal, y Saltillo, mi solar nativo, saben premiar la labor de sus buenos hijos y proponer su ejemplo a las generaciones nuevas.

En estos tiempos en que tantas cosas malas vemos un suceso así debe ser mencionado y aplaudido.

Florilí iba a salir aquella noche con su novio. Su mamá, temerosa de que la chica fuera a llegar tarde, le indicó: "Te pido que estés pendiente del reloj". Quién sabe qué temería su padre, el caso es que le dijo: "Y yo te pido que estés pendiente del calendario".

Se llamaba Culisa, y no tenía nada de pompas: por atrás era tábula rasa. La vio un borrachín y le dijo: "Perdone la pregunta: ¿la sentaron cuando todavía estaba fresca?".

Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Ayer su señora le dijo: "¡Qué bueno el chiste que contaste anoche! ¡Mi mamá por poco se muere de la risa!". "Haberlo sabido -lamentó el majadero-. Habría contado otro mejor". Un tipo le comentó a su amigo: "Mi esposa se va a poner a trabajar. De perdida ganará 15 mil pesos". "No -opuso el amigo-. Tu mujer es guapa y joven. De perdida ganará bastante más". (Tampoco le entendí). FIN.