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Las Plumas

De política y cosas peores

Amigos por quienes siento afecto y reconocimiento, personas cuyo buen juicio y sentido de prudencia admiro, llaman a no participar en la votación


"¿Qué está haciendo usted?" -le preguntó airadamente el individuo al médico que estaba tratando a su mujer. Turbado, balbuceó el facultativo: "Le estoy tomando la temperatura a su esposa". "Por el momento le creeré -repuso el hombre-. Pero si cuando saque usted esa cosa veo que no tiene números, se las va a entender conmigo". Al lado izquierdo de su eminente busto la bien dotada mesera llevaba el gafete con su nombre: Luella. Un cliente algo achispado se quitó ceremoniosamente la gorra que llevaba puesta y le pidió: "Dígame por favor cómo se llama la otra, para presentarle también mis respetos". Una corista le comentó a su amiga: "Voy a cambiar mi cama individual por una matrimonial". "Ya veo -acotó la amiga-. Vas a ampliar el negocio". Yo tengo para mí que hoy ni se piensa lo que dice ni se dice lo que verdaderamente se piensa. La desafortunada frase: "No me vengan con el cuento de que la ley es la ley" muestra ya sin lugar a duda alguna que hay lobos con piel de lobo. Una declaración así es propia de dictadores, de gobernantes absolutos que ponen su voluntad por encima del orden jurídico y las instituciones. Amigos por quienes siento afecto y reconocimiento, personas cuyo buen juicio y sentido de prudencia admiro, llaman a no participar en la votación del próximo domingo, que consideran farsa. La gran mayoría de la gente con la que he hablado a este respecto comparte esa opinión, y no acudirá a las urnas. Me apena disentir de su punto de vista, basado en múltiples razones, y de peso, pero mi postura se finca en el pensamiento de que la abstención, si bien expresa una posición política, carece de resultado real. Yo no le di mi voto a López Obrador en la elección presidencial. No he tenido que arrepentirme, pues, de haberlo elegido. No estoy llamando a nadie a participar en la votación del próximo domingo. Soy respetuoso de la opinión de cada quien, y entiendo las razones que los opositores de ese acto esgrimen para fundamentar su no participación en él. Pero estoy firmemente convencido de que quien no actué el domingo como actuaré yo cometerá un error gravísimo. Y ¿cómo actuaré yo? Conforme a mi conciencia, nada más. Si cada quien actúa conforme a la suya, en un sentido o en otro, todos habremos cumplido nuestro deber. "La felicito -le dijo el empleado municipal a doña Rugantina-. Generalmente las señoras ponen en su credencial una foto de cuando eran bastante más jóvenes. Usted, en cambio, puso una fotografía actual". "Lo que está viendo no es mi foto -lo corrigió la mujer con  tono agrio-. Es mi huella digital". Hacía apenas un mes que don Chinguetas había sido sometido a una delicada operación quirúrgica, y sin embargo doña Macalota, su esposa, que regresó de un viaje inesperadamente, lo sorprendió en el lecho conyugal en compañía de una estupenda morenaza. Antes de que la estupefacta señora pudiera articular palabra le dijo su casquivano marido: "Revisa la lista de las cosas que me prohibió el médico y verás que ésta no se encuentra entre ellas". FIN.