Capacidad productiva de México frente a un escenario complejo
Difícilmente se podrá anticipar la secuencia de factores negativos que agobiaron a la humanidad durante los últimos tres años.
Es el caso de la pandemia por el covid-19, que ha cobrado a la fecha 6.5 millones de vidas humanas; la inflación económica del año pasado, que encareció los energéticos y, en consecuencia, los bienes e insumos esenciales para la vida cotidiana, y la invasión de Rusia a Ucrania, que alteró a nivel mundial la oferta y disponibilidad de granos, fertilizantes químicos y energéticos.
Estos factores, exacerbados por los impactos climatológicos de los últimos meses en algunas regiones del mundo, se confabularon para dejar en claro la vulnerabilidad de nuestra “estabilidad social” y lo impredecible que resulta nuestra estabilidad para los años por venir.
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Efectivamente, nadie pudo anticipar hace tres años la coincidencia de estos males en tan corto periodo de tiempo, como nadie puede ahora, a ciencia cierta, augurar cómo serán los próximos tres años.
Lo que sí se puede anticipar y de hecho ya está ocurriendo son las limitaciones en el abasto de alimentos (principalmente los granos) y de los energéticos, como resultado de lo ya expuesto. La Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que hubo un déficit de cereales para 2022 de 38.9 millones de toneladas.
La falta de alimentos seguirá ocurriendo en aquellos países que vienen arrastrando problemas de insuficiencia alimentaria por décadas, pero también en aquellos que son tradicionalmente importadores netos de alimentos.
Estos últimos enfrentarán desabasto, no por falta de recursos para adquirirlos, sino porque hay una significativa disminución de la oferta debido, casualmente, a lo impredecible de los impactos climatológicos y, en forma destacada, al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, dos países que son importantes productores de cereales y oleaginosas, así como de fertilizantes químicos y de energéticos.
Anticipando el posible desabasto de alimentos para los próximos años, los países se protegieron, adelantando compras a futuro, principalmente trigo, maíz y soya, así como cárnicos de cerdo y bovino.
Ante este escenario, México tomó sus previsiones fortaleciendo su capacidad productiva agropecuaria y acuícola, garantizando así el abasto y la seguridad alimentaria de la sociedad, haciendo énfasis en apoyar a los más pobres.
Los programas sociales implementados por el Gobierno Federal permitieron atenuar el impacto de la inflación mundial y garantizar la producción de alimentos sanos al alcance de todos, a la vez que se generan empleos y divisas en los territorios rurales, manteniendo la capacidad exportadora nacional a más de 190 países.
Los desafíos que enfrentará México en los próximos meses o años para garantizar la seguridad alimentaria y contener la inflación que impacta los costos de la canasta básica requerirán acciones de corto plazo, que se proponen a continuación:
Primero, se tendrá que seguir aumentando nuestra capacidad productiva de todos los alimentos; deberemos producir más en la superficie que hoy tenemos destinada para esos propósitos.
Segundo, hacer un uso más eficiente y sustentable de insumos como fertilizantes (químicos y no químicos), agroquímicos y energéticos para reducir los costos de la producción.
Tercero, seguir manteniendo el estatus fitozoosanitario nacional.
Cuarto, prevenir mejor las pérdidas poscosecha y evitar consumir de más.
Quinto, hacer un uso más racional del agua en la agricultura, por medio de la tecnificación del riego.
Sexto, cuidar la mano de obra, brindar trato justo para las jornaleras y jornaleros y, en general, a todos los trabajadores que intervienen a lo largo de las cadenas agroalimentarias.
Séptimo, continuar fortaleciendo un comercio agropecuario y pesquero más integrado con nuestros socios comerciales, sin distorsiones y con reglas claras sustentadas en bases técnicas y científicas.
Los productores mexicanos honran el compromiso de garantizar el abasto de alimentos para toda la sociedad mexicana y, como resultado, no padecimos desabasto ni compras de pánico.
También se mantiene la generación de millones de empleos en los territorios rurales gracias a la exportación de nuestros productos agroindustrial a muchos países del mundo.
Las políticas sociales que han sido implementadas por el gobierno federal para el sector rural y pesquero, sumadas a los acuerdos con el sector agroindustrial nacional (Acuerdo de Apertura Contra la Inflación y la Carestía, Apecic), están permitiendo contener los impactos inflacionarios y, de este modo, estar en las mejores condiciones para responder a los desafíos que habremos de enfrentar en los próximos años.
*Secretario de Agricultura y Desarrollo Rural