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Las Plumas

Amores virtuales

A cada rato se me venía a la mente su foto e imaginaba que seríamos grandes amigos; la verdad, buscaba algo más

Jesús Huerta Suárez

Recuerdo que vi su foto por primera vez en Facebook y que me gustó mucho; no salía de cuerpo entero, más bien se veía parte de su pecho de piel trigueña con algunas pecas sexys, parte de su pelo castaño y un par de ojos tirándole a verde que me encantaron. De inmediato le mandé solicitud de amistad y en menos de 24 horas me la concedió. Para la otra noche ya le estaba sacando plática por Messenger. No respondía con la velocidad que desearía, pero contestaba al fin mis preguntas: las mismas preguntas de siempre, cómo te llamas, en qué colonia vives, a qué te dedicas, tienes algún pasatiempo, etcétera. Y, así, poco a poco nos fuimos haciendo “amigos”. En cuanto sentí que me daba su confianza, le dije que me gustaba. Ella solo se río, y dijo que lo más seguro es que en persona no me iba a gustar. Le dije que estaba seguro que sí lo haría, y de inmediato le pedí que me diera la oportunidad de vernos en persona, después de todo, le dije, para ser amigos no tenemos que gustarnos…y no me contestó nada.

No sé por qué, pero a cada rato se me venía a la mente su fotografía e imaginaba que seguro seríamos grandes amigos, aunque, la verdad, yo buscaba algo más que amistad.

Y pasaron varios días sin que contestara mis mensajes y eso no me gustaba nada. Hasta que de pronto, una noche, como a las siete de la tarde, me mandó un mensaje diciendo que estaba sola en su casa, que su marido había salido y que regresaría a su casa hasta la madrugada…

¿¡Tu marido!?—, le pregunté sorprendido.

—Sí, es que no te había dicho que soy casada—, escribió.

En ese momento mis ilusiones se fueron al caño.

—Pero no te preocupes, no llegará y podremos estar a gusto, me aseguró.

Yo no supe que contestar y me quedé callado. Mi cabeza le daba vueltas al asunto…bueno, me dije, si ella se anima por qué yo no, y le pedí su dirección.

Vivía a 25 minutos de mi casa, lo sé porque tomé el tiempo. Entonces me di un baño rápido, me lavé los dientes, me perfumé y agarré camino. En el trayecto llegué a comprar cigarros y unos refrescos para la reunión.

No batallé para llegar gracias al GPS, así que pronto estaba tocando a su puerta. Noté que la casa parecía una jaula llena de rejas por todas partes. Entonces abrió la puerta y me quedé mudo, pues en persona era más bonita de lo que imaginaba.

Me dijo, pasa, anda, pronto, para que nadie vea. Y así lo hice. Al entrar no me sentí a gusto, había algo en el ambiente que no me agradaba. La casa estaba desordenada, semioscura y no olía bien. Me dijo, pasa a mi cuarto y se recostó sobre su cama. Prendió la televisión a bajo volumen, y me pidió que la acompañara mientras se quitaba la ropa. Yo, a pesar de tener la mesa servida, solo pensaba en que su esposo podría llegar en cualquier momento. Y se me hizo muy raro que cerró la puerta de la entrada principal, pero sin seguro. Comencé a acariciarla. La besaba y ella jadeaba un poco, pero no le quitaba la vista a la televisión, de hecho, tenía el control remoto a un lado y le subió al volumen y alcancé a escuchar cómo una pareja confesaba con lujo de detalle un asesinato que habían cometido. De reojo alcancé a ver que era el programa ID, Investigation Discovery, un canal dedicado 100% al crimen.

El miedo volvió a mí al escuchar tales historias mientras intentaba hacerle el amor. Tanto así que me detuve y de un salto me levanté de la cama y le dije que me prestara el baño. Claro, dijo, es esa puerta negra saliendo del cuarto. Pero eran mentiras, no quería ir al baño, quería tomar aire y relajarme un poco, pero en lugar de entrar al baño fui a la puerta principal a ponerle seguro, entonces, ahí, sobre el buró, junto a la entrada, brillaba un enorme cuchillo. Sentí pavor. Entonces regresé con ella para seguir lo que habíamos empezado, y no pasó ni medio minuto cuando llegué al clímax y entonces mi virilidad también se acobardó, lo que no fue de su agrado, y sin mucho darle vueltas al asunto, le dije que necesitaba un cigarro con urgencia, pero que los había dejado en el carro, que no tardaría mucho. Intenté salir, pero la reja tenía maña y no la pude abrir. Entonces llegó por detrás y me dijo, apúrate, que tienes que cumplirme bien. En la banqueta encendí un cigarro, luego otro, y comencé a sacarle plática sin entrar a la casa, y así, poco a poco me fui relajando y en cuanto pude le corté el rollo y me subí al carro y me fui. Nunca volví a saber de ella y solo de vez en cuando veo su foto en Facebook.

Jesushuerta3000@hotmail.com