¿Por qué la Iglesia prohíbe representar al Espíritu Santo como una persona y usa la paloma?

La historia se remonta a varios siglos atrás cuando a través del arte sacro se buscaba dar imagen a elementos y personajes bíblicos

El Espíritu Santo es una de las tres personas que integran la Santísima Trinidad.
El Espíritu Santo es una de las tres personas que integran la Santísima Trinidad.

Uno de los misterios de fe más grandes dentro de la Iglesia Católica es la Santísima Trinidad, a quien se describe como un solo Dios en la figura de tres personas distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Desde hace siglos a los primeros dos se les ha representado como una persona, sin embargo, al Espíritu Santo se le relaciona con una paloma o lenguas de fuego debido a que la Iglesia estableció una prohibición para que, en el arte sacro, fuera representado como persona.

¿CÓMO SE REPRESENTABA ANTERIORMENTE?

En 1745 la Iglesia Católica en ese tiempo liderada por el Papa Benedicto XIV, a través de la Bula “Sollicitúdino nostrae” alertó sobre una especie de creciente tendencia artística de representar al Espíritu Santo como un joven bello, influenciada por las visiones mísicas de la Beata María Crescencia Hoss.

Estas imágenes, difundidas principalmente en Alemania, Suiza e incluso Hispanoamérica, generaron preocupación por su falta de fundamento bíblico.

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ASÍ NACIÓ LA REPRESENTACIÓN DE LA PALOMA 

El Papa Benedicto XIV estableció que el Espíritu Santo solo debe representarse según las manifestaciones descritas en la Biblia: como paloma, en el Bautismo de Jesús, y como lenguas de fuego en Pentecostés.

Según el numeral 22 de la Bula, no existe ningún pasaje en las Escrituras donde el Espíritu Santo se haya mostrado como ser humano. Por tanto, cualquier imagen en forma humana podría inducir a errores doctrinales graves, como creer que el Espíritu Santo asumió naturaleza humana.

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La prohibición fue ratificada en 1928 por el Papa Pío XI, tras una consulta sobre una pintura moderna que lo mostraba como hombre. La Santa Sede reiteró que estas representaciones son contrarias al dogma católico y pueden confundir a los fieles.

Así, la imagen de la paloma permanece como el símbolo aceptado del Espíritu Santo, recordando su manifestación en el Jordán y su papel divino dentro de la Santísima Trinidad, sin riesgo de interpretación errónea.