En un acontecimiento sin precedentes, el Papa León XIV y los Reyes del Reino Unido, Carlos III y Camila, se unieron en una oración ecuménica en la Capilla Sixtina, marcando un momento histórico en las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia anglicana.
Bajo los frescos de Miguel Ángel, el acto simbolizó un nuevo paso hacia la unidad cristiana, tras más de 500 años de separación entre ambas tradiciones. La ceremonia, celebrada en latín e inglés, fue un encuentro de fe, esperanza y reconciliación en el marco del Jubileo de la Esperanza 2025.
La visita real, prevista originalmente para abril de 2025 y pospuesta tras la muerte del Papa Francisco, tuvo como propósito reafirmar el compromiso común en la defensa de la creación, inspirada en la encíclica Laudato Si´, cuyo mensaje el Papa León XIV ha continuado con renovado impulso durante su pontificado.
Entre los asistentes se encontraban cardenales de la Curia Romana, representantes de la Comunión Anglicana y miembros de la Casa Real británica, testigos de un gesto de hermandad y apertura al diálogo entre Iglesias.

UN CANTO A LA UNIDAD
La oración comenzó a las 12:20 horas con un himno compuesto por san Ambrosio y traducido por san John Henry Newman, próximo a ser proclamado Doctor de la Iglesia.
Los coros de la Capilla Musical Pontificia Sixtina, St. James´s Palace y St. George´s Chapel unieron sus voces en una liturgia que exaltó la esperanza y la responsabilidad humana hacia la creación.
Uno de los momentos más emotivos fue la interpretación del himno "If ye love me", de Thomas Tallis (1565), inspirado en el Evangelio de Juan donde dice "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos".

ENCUENTRO QUE SIMBOLIZA DIÁLOGO Y RECONCILIACIÓN
El encuentro concluyó con una oración conjunta entre el Papa León XIV y el arzobispo de York, Stephen Cottrell:
"La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén con nosotros para siempre".
Al abandonar juntos la Capilla Sixtina, el Pontífice y el Rey del Reino Unido sellaron con su gesto un poderoso símbolo de diálogo, reconciliación y unidad cristiana, que resuena más allá de las fronteras religiosas.




