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Atletas olímpicas contra la sexualización

Apenas inician los Juegos Olímpicos y surge de nuevo la eterna polémica por cómo se visten, maquillan y peinan las deportistas

Atletas olímpicas contra la sexualización

Apenas empiezan los Juegos Olímpicos Tokio 2020 y la polémica en torno al vestuario de las atletas se vuelve recurrente. Lo que más ha causado reacciones es el caso de las competidoras del equipo de balonmano de playa, de Noruega, que se negaron a competir con las diminutas bragas reglamentarias y se presentaron a su competencia con mallas cortas y top, por lo que la Asociación de Disciplina de la Asociación Europea les impuso una multa.

El equipo noruego recibió una amonestación con amenaza de multarlas con 50 euros por cada competidora y les advirtieron que podrían ser descalificadas, por lo que no tuvieron más opción que jugar el partido contra Hungría con el uniforme oficial. Aun así, las jugadoras no desaprovecharon la atención mediática que levantó su caso, para denunciar la “hipersexualización” que se exige a las atletas, por lo que decidieron hacerse una foto de grupo con sus compañeros del equipo masculino: ellas en bikini y ellos con camiseta de tirantes y shorts.

Por otra parte, a atleta paralímpica Olivia Breen, que tiene parálisis cerebral, recibió una amonestación de los jueces en una competencia británica por llevar una braga deportiva “demasiado reveladora”, por lo que Brines argumentó que las mujeres deberían sentirse cómodas y seguras cuando compiten, no incómodas y cohibidas, por lo que, aseguró, llevará de nuevo su minibraga a los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020.

La misma polémica surge con las competencias de gimnasia artística y de natación sincronizada, donde cada cuatro años se cuestionan si es necesario las atletas vayan maquilladas, con lentejuelas en el pelo, con maillots a que a algunas les resultan incómodos.


En mayo pasado, tres gimnastas alemanas llevaron maillots que les cubrían las piernas al subcampeonato europeo de Basilea. Argumentaron que lo hicieron en protesta por la sexualización que se exige a las mujeres, mientras que los hombres compiten en pantalones cortos y sin maquillaje.

Sarah Voss, una de las atletas, dijo que lo que ellas querían era sentirse cómodas en su propia piel. “En gimnasia se vuelve cada vez más difícil a medida que creces y tu cuerpo de niña queda atrás. De niña no pensaba en eso, pero cuando me vino la regla me empecé a sentir demasiado incómoda”, lamentó.

Caso contrario al de las noruegas, a las alemanas sí les fue permitido usar esa indumentaria, porque este tipo de uniformes sí están autorizados para gimnastas que por cuestiones religiosas tengan objeción de enseñar las piernas.

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Sin embargo, no todas las atletas piensan igual, pues no creen que llevar cristales Swarovski en su traje de baño, o maquillaje, como las participantes de nado sincronizado, o uñas largas y bragas cortas, afecte su rendimiento y excelencia atlética.

Ejemplo de ello son la estrella del atletismo, Sha’carri Richardson, que no pudo estar en la competencia en Tokio por dar positivo al consumo de mariguana, pero es famosa por su llamativa cabellera naranja y su excelente manicura, muy parecida a las de Florence Griffith en los ochenta.

Ali Krieger, jugadora de futbol femenino, gusta de competir con maquillaje. Asimismo, la corredora estadounidense Shannon Rowbury se pinta los labios en un intenso color rojo para cada carrera porque lo considera “empoderador”.

Según la profesora canadiense Elizabeth Hardy, que ha actualizado el tema de “la disculpa femenina” en el deporte, los medios de comunicación tienen una gran participación en la persistencia de estos estereotipos, ya que una atleta que luce un mejor físico es más fácil lograr cobertura o contratos con marcas reconocidas.

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De momento, la primera polémica que ya han traído los juegos olímpicos con respecto a los uniformes femeninos no tiene que ver con si son demasiado reveladores o demasiado femeninos, sino con, digamos, la gestión de la diversidad. La Federación Internacional de Natación ha prohibido a las atletas usar los gorros de natación de la marca Soul Cap, pensados para el pelo de las afrodescendientes. La Federación cree que no respetan “la forma natural de la cabeza”. Nadadoras como Danielle Obe, sin embargo, denuncian que la decisión es sintomática de lo blanco y homogéneo que es aun ese deporte. El gorro de natación originario lo diseñó Speedo para evitar que el pelo, generalmente el pelo liso, fuese a la cara al nadar. “Pero el pelo afro sube y desafía la gravedad”, dijo Obe. “Inclusividad significa que cualquier forma de la cabeza se considere normal”.