Su legado de caridad, humildad y fundación de las Adoratrices sigue vivo hoy
Por: Iván Fraijo
Nacida en Madrid el primer día de 1809, Micaela Desmaisières tuvo desde su infancia todas las bendiciones que podía desear, una familia adinerada, educación refinada y una fe inigualable. Hija de Miguel Desmaisières, noble flamenco, y Bernarda López Dicastillo, dama de la reina María Luisa, recibió una formación noble. Su madre, estricta y devota, le inculcó desde pequeña no solo las artes propias de una dama, como bordar, tocar instrumentos y escribir, sino también labores prácticas como cocinar y planchar, siempre bajo un riguroso sentido del deber.
Aunque su vida parecía destinada al lujo y los privilegios, Micaela sintió desde joven un llamado más profundo. Un desengaño amoroso, donde su prometido la abandonó por presiones familiares, la marcó, pero en lugar de caer en el resentimiento, se refugió en la oración. "No perdíamos el tiempo en chismes", escribió más tarde, "sino que competíamos por ver quién rezaba más". Esta fortaleza espiritual sería el sello de su vida.
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ENTRE SALONES Y BARRIOS OLVIDADOS
Mientras por las noches asistía a eventos diplomáticos, elegante y distinguida, sus mañanas las dedicaba a visitar los rincones más pobres de Madrid. Repartía limosnas, consolaba enfermos y ayudaba a familias abandonadas, sin que nadie en la alta sociedad sospechara su doble vida. Su caridad no buscaba reconocimiento; era humilde y serena, como su fe.
Un día, el Arzobispo de Burdeos le pidió mediar en un conflicto con monjas rebeldes, influenciadas por ideas jansenistas. Con su carisma y tacto, Micaela logró reconciliarlas con la Iglesia, demostrando una habilidad para unir corazones. Incluso la reina de España, admirada por su virtud, la llamó para pedirle consejo. Pero esta vez, Micaela llegó al palacio con ropa humilde, desatando burlas entre las cortesanas. A ella no le importó; salió radiante, eligiendo con orgullo la humildad por encima de la vanidad.
EL INICIO DE SU LEGADO
El 6 de enero de 1859, fundó la Congregación de las Adoratrices del Santísimo Sacramento, una orden dedicada a la adoración eucarística y al rescate de mujeres en riesgo. "La Providencia y tu fe mantendrán esta casa en pie", solía decir a sus hermanas, palabras que se convirtieron en un lema de esperanza.
Su obra se expandió por España y luego por el mundo. Hoy, más de 1.750 religiosas en 178 casas continúan su misión.
Micaela ya había sobrevivido a tres epidemias de tifus ayudando a enfermos, pero en 1856, al viajar a Valencia durante un brote, contrajo la enfermedad. Sus últimos días fueron de agonía, soportada con una paciencia que asombró a los médicos. Murió el 24 de agosto, y aunque fue enterrada sin honores, Dios la glorificó con milagros.
Su vida, entre palacios y refugios, entre críticas y santidad, sigue inspirando. Porque Micaela Desmaisières no solo vistió hábitos de nobleza, sino los de una caridad que transformó vidas.
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