El altar no es solo un adorno, es un puente espiritual entre los vivos y quienes ya partieron. Una tradición viva que une mundos
Por: Ofelia Fierros
Cada 1 y 2 de noviembre, los hogares mexicanos se llenan de colores, aromas, flores y sabores únicos. Pero más allá de lo visual, el altar de muertos representa un acto de amor, un reencuentro con quienes ya no están físicamente, pero viven en la memoria familiar.
Ofrendar no es solo colocar objetos sobre una mesa. Es invocar el recuerdo, abrir la puerta entre el mundo terrenal y el espiritual, y compartir con nuestros difuntos lo que más amaban en vida: su comida favorita, su bebida predilecta, sus dulces, su música.
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EL ALTAR: UN RITUAL CON RAÍCES PROFUNDAS
El altar de muertos es un claro ejemplo del sincretismo cultural entre las tradiciones indígenas prehispánicas y la influencia católica llegada con los españoles. Cada elemento tiene una función simbólica, espiritual o de guía para las almas que nos visitan durante estas fechas.
LOS CUATRO ELEMENTOS NATURALES REPRESENTADOS:
- Agua: calma la sed de las almas tras su largo camino. Simboliza pureza y vida.
- Tierra: se representa con semillas, frutos o alimentos. Es lo que nutre al alma visitante.
- Fuego: las velas y veladoras son guía y luz en su trayecto.
- Aire: el papel picado, ligero y colorido, simboliza el viento y la fragilidad de la vida.
ELEMENTOS ESENCIALES QUE NO PUEDEN FALTAR EN LA OFRENDA
- Arco floral: Representa la entrada al mundo de los muertos. Muchas veces se adorna con cempasúchil y frutas. Es la bienvenida simbólica al alma.
- Velas y cirios: La luz que guía a los espíritus hacia su antigua morada. En algunas comunidades, se coloca una vela por cada difunto que se quiere recibir.
- Copal e incienso: Purifican el ambiente y alejan a los malos espíritus. Son herencia directa de las ofrendas indígenas a sus dioses.
- Sal: Símbolo de purificación. Ayuda a que el alma no se corrompa en su tránsito.
- Pan de muerto: Representa la generosidad del anfitrión. Es un emblema de fraternidad.
- Retrato del difunto: Se coloca discretamente, a veces visible solo a través de un espejo, para expresar que su presencia es recordada, aunque ya no está físicamente.
- Flor de cempasúchil: Su color amarillo y fuerte aroma trazan el camino para las almas desde el cementerio hasta el altar. En náhuatl significa "flor de veinte pétalos", relacionada con el sol y la vida.
- Calaveritas de azúcar: nos recuerdan que la muerte está siempre presente, pero no debe temerse, sino recordarse con humor y cariño.
- Comida tradicional: mole, tamales, barbacoa, chocolate, frutas... todo aquello que el ser querido disfrutaba en vida.
- Papel picado:simboliza el viento y la fragilidad de la vida.
DETALLES QUE ENRIQUECEN EL ALTAR
- Petate: sirve de cama o mantel, para que el alma descanse o coma.
- Izcuintle (perrito de juguete): guía a los niños difuntos a cruzar el río del inframundo.
- Aguamanil, jabón y toalla: para que el alma pueda "limpiarse" después de su largo viaje.
ALTARES ESPECIALES PARA "LOS ANGELITOS"
El 31 de octubre, muchas familias preparan una ofrenda especial para los niños fallecidos, también conocidos como "angelitos". En estas ofrendas, todo se adapta a su inocencia:
- Las flores y veladoras son blancas.
- No se coloca chile en la comida.
- Se incluyen juguetes, dulces de alfeñique y panecillos en miniatura.
Cada elemento está hecho a escala pequeña, como muestra de respeto y cariño.
MÁS QUE UNA COSTUMBRE: UN ACTO DE AMOR
El Día de Muertos es, sin duda, una de las tradiciones más hermosas y simbólicas de México. A través del altar, las familias renuevan sus lazos con sus antepasados, mantienen viva la memoria de quienes partieron y celebran la vida en todas sus formas.
Este ritual no solo es parte del patrimonio cultural intangible de la humanidad (reconocido por la Unesco), sino también una muestra poderosa de cómo el amor trasciende el tiempo y la muerte.