El año pasado, dos de sus hermanos y una hermana, desesperados por encontrar una mejor manera de sobrevivir, abandonaron sus pequeñas fincas de café ubicadas en la parte montañosa de Honduras para emigrar al norte, y eventualmente llegaron a Estados Unidos.
Luego, en febrero, el hijo de 16 años del granjero también se marchó al norte, ignorando las súplicas de su familia para que se quedara.
Los retos de la vida agrícola en Honduras siempre han sido enormes, desde la pobreza y la negligencia del Gobierno, hasta los cambios en los precios internacionales de los productos básicos.
Pero los agricultores, los expertos agrícolas y los funcionarios de la industria dicen que una nueva amenaza afecta las cosechas, altera las vidas de las personas que se dedican a esa actividad y aumenta el número de familias que migran a Estados Unidos: el cambio climático.
Y sus preocupaciones son compartidas, cada vez más, por los científicos del clima.
Las temperaturas que aumentan gradualmente, los fenómenos meteorológicos más extremos y los patrones cada vez más impredecibles —como la lluvia que no llega cuando se espera— han interrumpido los ciclos de crecimiento y promueven una propagación implacable de las plagas.
Esos problemas han reducido la producción de cultivos e incluso han llegado a eliminar cosechas enteras, lo que empeora las condiciones de vida de las familias pobres.
Según los científicos, Centroamérica se encuentra entre las regiones más vulnerables al cambio climático. Y como la agricultura emplea a gran parte de la fuerza laboral, alrededor del 28 por ciento de la población sólo en Honduras, según el Banco Mundial, los medios de vida de millones de personas están en juego.
El año pasado, el Banco Mundial informó que el cambio climático podría hacer que al menos 1,4 millones de personas huyan de sus hogares en México y América Central y emigren durante las próximas tres décadas.