Cada vez más personas optan por saltarse el desayuno con tal de ganar unos minutos extras en la mañana. Ya sea por falta de tiempo, pérdida de apetito al despertar o en un intento por controlar el peso corporal, esta práctica se ha vuelto común, especialmente entre estudiantes, trabajadores y personas jóvenes.
Sin embargo, lo que muchos no saben es que omitir esta primera comida del día podría tener efectos negativos importantes sobre el cuerpo y la mente a largo plazo.
Así lo advierten expertos en neurociencia y nutrición, quienes han observado con detalle los efectos de prescindir de la primera comida del día, especialmente en actividades que requieren alto rendimiento cognitivo y emocional.
¿TIENE CONSECUENCIAS OMITIR EL DESAYUNO?
Diversos estudios científicos recientes coinciden en que omitir el desayuno no solo afecta el desempeño intelectual, sino que puede ser un detonante de trastornos metabólicos y cardiovasculares.
El motivo principal: tras el ayuno nocturno, los niveles de glucosa las principales fuentes de energía para el cerebro disminuyen considerablemente. Si no se reponen al comenzar el día, la mente comienza a operar en un estado de baja energía, lo que puede traducirse en fatiga, falta de concentración y una disminución del rendimiento general.
¿QUÉ PASA EN TU CUERPO SI NO DESAYUNAS?
Pero los efectos de saltarse el desayuno no se limitan al aspecto intelectual. Las personas que adoptan esta práctica como rutina también muestran mayor propensión a experimentar ansiedad, irritabilidad, desánimo e incluso insomnio. La razón es que los ayunos prolongados en la mañana alteran el equilibrio hormonal, afectando la regulación del estado de ánimo y la calidad del sueño.
Desde la perspectiva metabólica, evitar esta comida también puede alterar el control del apetito, generando atracones en horarios posteriores del día. Este patrón de alimentación errática favorece el aumento de peso y eleva el riesgo de padecer hipertensión, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Además, el sistema inmunológico se debilita al no recibir a tiempo micronutrientes esenciales como vitaminas y minerales.
En definitiva, dejar de desayunar de forma habitual no es una decisión sin consecuencias. Si bien puede parecer una elección menor, esta omisión puede impactar múltiples aspectos de la salud, desde el metabolismo hasta la estabilidad emocional.