La Ciudad de México, caracterizada por su densidad poblacional y la constante demanda de transporte, es transitada por algunas unidades de transporte público, especialmente microbuses y combis, que utilizan cilindros de gas como fuente de energía.
Esta elección, que puede parecer inusual en comparación con los vehículos a gasolina o diésel, responde a una combinación de razones económicas, ambientales y operativas.
PRECIOS DEL GAS LP Y GAS COMPRIMIDO
En primer lugar, el uso de gas licuado de petróleo (GLP) o gas natural comprimido (GNC) es una alternativa más económica frente a los combustibles tradicionales. Para muchos concesionarios y choferes, el ahorro en combustible representa una diferencia sustancial en sus ingresos diarios.
El precio por litro equivalente del gas es menor, lo que permite operar las unidades con menores costos, algo especialmente relevante en un sector que enfrenta constantes aumentos en los precios de insumos y mantenimiento.
En segundo lugar, el uso de gas como combustible también tiene un impacto ambiental más bajo. El GLP y el GNC generan menos emisiones contaminantes que la gasolina o el diésel, por lo que su uso puede contribuir a reducir la huella ambiental del transporte público.
Aunque no se trata de una solución completamente limpia, pues sigue siendo un combustible fósil, sí representa un paso intermedio hacia sistemas de movilidad más sostenibles en una ciudad que lucha diariamente con altos niveles de contaminación.
Además, muchos de estos vehículos son adaptados para funcionar con gas debido a la antigüedad de las unidades y la falta de inversión en nuevas flotillas. Colocar cilindros en la parte trasera o superior del vehículo es una forma relativamente accesible de reconvertir un motor tradicional a uno de combustión a gas.
No obstante, esta práctica ha generado preocupaciones de seguridad, ya que algunos de estos sistemas no cumplen con los estándares técnicos recomendados.
El uso de cilindros de gas en unidades del transporte público en CDMX obedece a una necesidad práctica de ahorro y a una búsqueda a veces forzada, a veces improvisada de alternativas más limpias y económicas.
Aunque no es la solución ideal, representa un intento por parte de los operadores de adaptarse a las condiciones económicas actuales, en un contexto donde el transporte sigue siendo vital para millones de personas cada día.