Semana Santa: ¿Por qué se les pega a los árboles y a los niños en Sábado de Gloria?
Estas tradiciones sobreviven a lo largo de los años en algunos pueblos de México y son costumbres que van más allá de las ceremonias católicas
La práctica de pegarle con un cinturón a los niños y a los árboles, junto con otras costumbres como no ensillar animales, no usar machetes, santificar semillas y frutas, crear coloridos caminos de aserrín frente a los altares, ayunar, quemar a Judas, disipar amarguras y celebrar con danzas el inicio del ciclo agrícola, son tradiciones arraigadas en numerosas comunidades de México en Sábado de Gloria.
A lo largo de la Semana Santa, y más allá de ella, se llevan a cabo rituales que entrelazan la religión con la agricultura, en los que se fusionan las tradiciones cristianas con las indígenas. Muchas de estas prácticas se concentran en el Sábado Santo.
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Para los católicos, este día es de luto y recogimiento; una jornada de penitencia, pero no de ayuno estricto como el Viernes Santo. El término "Sábado de Gloria" dejó de utilizarse desde el papado de Pío XII.
¿POR QUÉ SE LE DAN CINTARAZOS A LOS ÁRBOLES Y A LOS NIÑOS EN SÁBADO DE GLORIA?
En muchos pueblos de México existe la tradición de golpear (levemente, sin causar daño) a los niños y a los árboles, tiene sus raíces que se remontan a varios siglos atrás. Sin embargo, en la actualidad, son pocas las familias que mantienen viva esta práctica.
El significado de esta costumbre es que se cree que cuando los niños no crecen o los árboles no dan fruto o flor, pegarles con el cinto o con una vara hará que eso cambie.
En tiempos pasados, los niños y los miembros de la familia se alineaban al mediodía del Sábado de Gloria para recibir azotes, golpes de cinturón o con una vara por parte del adulto de mayor jerarquía, antes de proceder a "quemar a Judas".
Respecto a los árboles, se les golpeaba con el fin de incitarles a dar frutos o a crecer.
Aunque estas actividades carecen de fundamentos bíblicos, se lleva a cabo con la intención de corregir los errores cometidos durante el año hasta la última Semana Santa, y así recibir la resurrección de Cristo limpios de toda culpa y pecado.