Por: Eduardo Sánchez
A partir de la medianoche y durante la madrugada, tres días a la semana, a la puerta de la parroquia Cristo Salvador, en Tlalpan, se veía formar a decenas de feligreses, foráneos y locales, de todas las edades y estratos sociales, con la esperanza puesta en ser recibidos por el padre Francisco Javier, hoy detenido por su probable participación en el crimen de su acólito y asistente, Leonardo Avendaño.Las personas que acudían para ser atendidas los lunes, jueves y viernes eran entre 15 y 20.
No importaba la fecha del año ni la inclemencia temporal, fuese lluvia o frío, siempre esos tres días de la semana había personas formadas a pie de la puerta parroquial.
NO LO SOLTABAN LOS DEMONIOS
Hace más de 15 años, Bautista Ávalos era el párroco de la Iglesia María Reina, dos calles antes de la Veracruz, en la misma colonia Miguel Hidalgo.
Quienes lo conocen desde entonces, cuentan que Francisco Javier fue preparado en el Vaticano para ser exorcista, aunque no se pudo confirmar si en efecto tomó alguno de los seminarios que imparten allá.
