Las Plumas
Mi suegra es una bruja
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Al siguiente sábado también estaba ahí, y al siguiente, y al siguiente. De ahí en adelante ella siempre estaba ahí…y me miraba. Fue hasta la quermés de la iglesia que nos presentamos. Más bien ella se me acercó y extendiendo la mano me dijo su nombre: Dolly. Mucho gusto. Dolly, yo soy Pedro, le dije y siguió cada quien en lo suyo. Más tarde me volvió a encontrar y me sonrió mientras decía que le encantaba escuchar a mis hijos en el coro. “Gracias”, solo le dije, y nos despedimos. Me quedé pensando cómo supo que eran mis hijos.
Al otro sábado nos volvimos a encontrar y me volvió a sonreír pícaramente, tan obviamente pícara era su mirada que me comenzó a inquietar, al grado que no la pude sacar de mi cabeza durante toda la semana hasta encontrarla de nuevo en la misa de cinco. Y así, poco a poco se fue metiendo en mi mente para después yo meterme en su vida. Entre sonrisas, apretones de manos y la música del coro, me fui dejando llevar por sus encantos hasta que comenzamos a salir a escondidas. Todo iba bien hasta que mi esposa se enteró y se separó de mí. Me dolió mucho el distanciamiento de mi familia, pero el gozo que encontraba con Dolly era casi, casi perfecto.
Tiempo después, lo nuestro se hizo oficial, y de un día para otro estábamos viviendo juntos. Un domingo en la noche llegó a visitarla su madre, doña Alicia, quien vivía en Huatabampo y nos llegó de sorpresa. Dolly me presentó a con su madre, una señora de pequeña estatura, delgada y con el cabello entrecano muy corto, que fumaba cigarro tras cigarro sin importarle que estuvieran los dos hijos de Dolly a un lado.
Cuando me presentó ante su madre, Dolly dijo que estaba profundamente enamorada de mí y que yo la hacía muy feliz. Doña Alicia se mostró muy contenta de que su hija estuviera viviendo conmigo, y le dijo, ¿A él también lo conociste en la iglesia? Mientras me guiñaba el ojo. Dolly se rio y me contó que sus últimas dos parejas también las había conocido en la iglesia.
Al otro día, al despedirse doña Alicia, me dijo: —Estoy segura que vivirán muy felices y nunca te irás de su lado—, y me apretó la mano, — mientras subía a su carro con chofer.
A los meses lo nuestro se acabó. Creo que la diferencia de edades y sus cada vez más demandantes exigencias me fueron cansando. Luego supe que ella misma le había dicho a mi esposa lo que había entre nosotros, y me dio mucho coraje saberlo. También, por andar de enamorado descuidé mi trabajo y me corrieron, así que estaba sin familia, sin trabajo y sin Dolly. Estaba arruinado. Después supe que mi suegra era bruja de las que llaman negra y estoy seguro que algún hechizo me echó, pues desde que dejé a su hija me ha ido muy mal. He perdido todo, menos las cuentas por pagar y las ganas de regresar con mi familia, pero no he podido.