Las candidatas, dos frutos del mismo racimo
Parodiar equivale a caricaturizar; en este caso, los personajes reales tienen un comportamiento de caricatura; ya son una parodia
En días recientes se hizo circular en redes la representación parodiada de un debate entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. Xóchitl es representada presumiendo su carácter extrovertido y disperso; con su sonrisa, que, al venderse como espontánea, se descubre superficial. Sheinbaum aparece con un rostro rígido, como aquella personalidad que, en el cumplimiento de una consigna, se ha visto suplantada. Se podría decir que la parodia no es buena, porque toma prestados demasiados elementos reales de la personalidad de las candidatas.
Parodiar es equivalente a caricaturizar, pero en este caso los personajes reales tienen un comportamiento de caricatura; ya son una parodia. Caminan en los linderos de lo patético, porque han decidido modelar sus campañas como opciones electorales cuyos discursos no transgredan las fronteras de una política macroeconómica normada en la ortodoxia neoliberal.
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Las personalidades políticas aparecen deformadas cuando deciden caminar de espalda a la realidad, sin atender la discusión sobre la solución a los problemas estructurales que aquejan al país; al contrario, se sujetan al cumplimiento de agendas definidas por elites financieras y corporativos privados que han hecho aparecer su modelo económica como una “realidad de fuerza” de condición inamovible. Una vez que las candidatas aceptan eso, devienen en dos frutos del mismo racimo.
En una somera revisión de los discursos de las candidatas, que iniciarán formalmente sus campañas electorales a principios de marzo, se encuentran convergencias en la parte gruesa de la política macroeconómica que ha gobernado al país por más de tres décadas. Sus desencuentros se limitan al intercambio de pegotes de lodo con acusaciones de corrupción, pero se hermanan en la sujeción a los cánones doctrinarios que han impedido el crecimiento económico del país, generando tasas crecientes de desempleo y una abultada informalidad que hace descender la productividad de la economía nacional a niveles insospechados, abarcando un ciclo generacional completo que ha propiciado la salida de millones de mexicanos a los Estados Unidos, en calidad de refugiados económicos; además de acentuar la dependencia alimentaria que repuntó en el presente sexenio. Se trata pues de los saldos puros y duros que se desprenden del esquema comercial derivado del TLCAN-TMEC.
Si tomamos en cuenta los tres pilares que sirven como plataforma para la funcionalidad y el crecimiento de una economía, esto es agua, energía y alimentos, y cotejamos la retórica de las candidatas al respecto, encontramos no precisamente una afortunada coincidencia, sino más bien una desgraciada coincidencia. Tanto Xóchitl, como Sheinbaum, proclaman que México debe alinearse con la tendencia global hacia la transición energética, priorizando la generación de “energía limpia”, especialmente la solar y eólica. Parecen ciegas a los efectos de estas políticas, que encubiertas en un ecologismo torcido, están derrumbando a las economías de Europa, especialmente Alemania que sufre de una desindustrialización acelerada y una crisis energética sin parangón como resultado de su alineación a esta “tendencia global” que los despojó de las fuentes energéticas de alta densidad, principalmente la energía nuclear.
La insurgencia social de productores agrícolas, transportistas, organizaciones sindicales y otros sectores productivos, que registra Europa, es la evidencia de que la población no aceptará que su vida social-productiva desaparezca porque sus gobiernos se han sometido a la moda de lo que han dado en llamar “economía verde”. Desaparecer procesos productivos y castigar la producción de alimentos para reducir la población, no es ecología; se acerca más a genocidio.
Tampoco discrepan las candidatas en cuanto a la política alimentaria. Se unen en la idea de que la producción nacional de alimentos debe seguir secuestrada por los mercados especulativos internacionales que definen los precios de los granos en la Bolsa de Chicago. Siguen pensando que el país debe continuar resolviendo su gigantesco déficit alimentario con la creciente importación de granos, al tiempo que nuestras áreas de riego terminan subcontratadas por los corporativos graneleros que deciden los volúmenes y los precios en el mercado de exportación.
Muestran afinidades plenas en la política hídricas. Parecen integrantes de la burocracia permanente de Conagua y aceptan el axioma falso de contraponer el consumo humano sobre el agrícola y en esa lógica distorsionada se olvidan de que consumir alimentos es también consumir agua. Eso mismo las empata en la idea de que la política de gestión del recurso se reduce a las posibles mejoras en el manejo del agua disponible, cuando hay evidencias y estudios abrumadores que demuestran que el país tiene un déficit físico en la disponibilidad del vital líquido, lo cual no se puede resolver sin un agresivo programa de infraestructura relacionado con grandes proyectos de transferencia de agua como el Plan Hidráulico del Noroeste (Plhino), en la costa del Pacífico y el Plan Hidráulico del Golfo Norte (Plhigon), en las costas del Golfo de México, además de un resuelto impulso a la desalación de agua de mar.
No será fácil que las candidatas continúen construyendo una realidad paralela. Los procesos sociales han registrado brotes de inconformidad en diferentes partes del país, principalmente desde el sector agrícola. Los comportamientos de la inconformidad social no crecen de manera escalar, son dinámicos y por lo mismo disruptivos. Es previsible que el proceso electoral en curso se vea atravesado por movilizaciones sociales en reclamo de solución a los problemas reales. Sería un saludable baño de agua fría para que las protagonistas del proceso electoral regresen al mundo real.