La cuesta de enero
Los expresidentes
La cuesta de enero fue durante mucho tiempo una dramática singularidad del primer mes del año en un país como el nuestro. Mucho tiempo es una expresión cuyo significado se trasluce por sí mismo. Solía ser común que el mero enunciado de esa figura verbal se tomara con temor e inquietud por parte de la población. Había razones de sobra para ello.
Hoy, sin embargo, no se hizo mucha alharaca alrededor de esa circunstancia anual. A lo mejor esto quiere significar que, dentro de lo que cabe, la economía del país está más o menos solvente al iniciar este otro año. Debe reconocerse que las aproximaciones al respecto son un tanto divergentes, pero sin llegar a los extremos del dramatismo.
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Bien a bien no se sabe del todo si lo que, antaño se entendía como la cuesta de enero, se replicará hoy con una nueva denominación. Aunque probablemente ya se habrían advertido señales o palabras ominosas al respecto. El caso es que por razones que es propio reconocer, la dichosa cuesta a que se alude no tuvo hoy en la víspera de fin de año la profusión de avisos en cuanto a su tormentosa hechura entre la población mexicana.
El hecho cierto, por la misma obviedad que encierra en estos inaugurales días de enero, es que el año nuevo 2024 está en pleno curso en estas alturas existenciales. Se trata de un año que podrá y deberá ser vivido en función de muy diversas circunstancias personales y colectivas, tal y como siempre sucede o tendrá que suceder. No en balde, por supuesto, una apreciable tradición marca como saludable costumbre desear a nuestros semejantes toda clase de parabienes existenciales en el año que inicia.
Tal es precisamente la actitud que asumimos en esta particular altura del comentario de hoy. Es y será siempre perentorio expresar los mejores ánimos personales para el entorno propio y ajeno, con la gana de que nada, y he aquí la gran aspiración, enturbie el sentido de lo que debe ser una cabal, feliz y próspera existencia. El año viejo ostenta ya precisamente tal condición. Será pertinente saludar al que llega y asumir los retos diarios que obligadamente planteará. El ciclo de la existencia es así.
Mientras tanto, en esta apertura de año se comenta en los frentes políticos la reaparición del ex presidente Enrique Peña Nieto. Empero, en rigor podría pensarse que no fue tal. Porque ciertamente el ex mandatario no apareció en ninguna parte del país. Lo hizo en otro, es decir, en República Dominicana.
No se sabe qué clase de menesteres llevaron a Peña Nieto a un lugar turístico de ese país. Pero lo que también llamó la atención fue la relevancia de por lo menos dos de sus acompañantes: el ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton y su esposa Hillary. Se ignora por qué estando ya tan cerca, Peña Nieto no se animó a darse una vuelta por México en este fin de año.
Que se sepa, Peña Nieto no está oficialmente desterrado del país. Pero se entiende que tomó la decisión de residir en España. Incluso un rumor (no confirmado) señaló que el mexiquense había adoptado la nacionalidad española. ¿Por qué a ciertos ex presidentes mexicanos les gustará tanto vivir en el extranjero cuando dejan el poder?
Piense usted en Carlos Salinas de Gortari que perdió la huella del país desde que dejó la presidencia. Igual Ernesto Zedillo. Y después Peña Nieto. Lo de Salinas de Gortari debió ser un autoexilio dictado por la repulsa popular con que terminó su gobierno. Zedillo trabaja en el extranjero. Peña Nieto hizo tan mal gobierno que se animó incluso a poner un candidato presidencial que no era del PRI. A los dos les fue como les fue. Felipe Calderón trabaja actualmente en España.
Hay que decirlo con toda franqueza: en México los ex presidentes no suelen gozar de buen crédito público. Y es paradójico: después de haber sido durante seis años lo más parecido a un dios del Olimpo, los ex presidentes mexicanos se transforman prácticamente en ceros a la izquierda, al grado de que algunos de ellos deben poner tierra de por medio al experimentar la repulsa y el encono de la misma ciudadanía que votó por ellos.
Este es un círculo vicioso muy propio y natural de la denominada política a la mexicana. En efecto, en México casi no hay ex presidente al que se recuerde con gracia y respeto por parte de la ciudadanía. Por algo será…
armentabalderramagerardo@gmail.com