¿Cuántas veces podemos decir: "Me armé de paciencia... y estoy dispuesto a lograr este objetivo, ¿sin abandonar mis planes actuales"?
Paciencia es una palabra que proviene del latín pati, que significa sufrir. Se relaciona también con el participio patiens, el cual se introdujo al idioma castellano como paciente por hacer referencia a un hospital o a la persona que sufre. Por ende, puede decirse que paciencia se refiere a la actitud que lleva al ser humano a poder aguantar dificultades y también contratiempos para obtener algo que a él le interesa.
Por supuesto que no es nada fácil ser paciente o ejercer la paciencia. Por ejemplo, en tiempos antiguos era difícil por el hecho de que no se contaba con toda la infraestructura tecnológica en comunicación y había que esperar a que la persona regresara a traer respuesta cuando se le había encomendado un recado o documento por escrito a un lugar no tan cercano. Había que viajar grandes distancias para llevar o recibir un paquete, había que esperar a que un bebé naciera para conocer su sexo, sólo por mencionar algunas. Sin embargo, los tiempos actuales y la modernidad de este no hacen que nos sea más favorable a la paciencia. Los mensajes en materia de comunicación oral o escrita pueden ser enviados o recibidos a cualquier parte del mundo en tiempo real, con escasas fracciones de segundos a través de una computadora o un teléfono celular. La presencia de tecnologías avanzadas para realizar ecografías, hasta en tercera dimensión, sin embargo, puede generar actitud de impaciencia al no recibir una pronta respuesta por parte del emisor o receptor, según sea el caso de la conversación y la importancia del tema en cuestión, al no dejarse ver el bebé su sexo, etc.
La paciencia también se manifiesta al querer lograr algo, ya que en ocasiones nos exigimos demasiado respecto a nuestro potencial de razonamiento o actividad física. Otro factor que puede generar impaciencia es la falta de organización adecuada de nuestras tareas de acuerdo a las prioridades de estas. Uno más puede ser el querer realizar las actividades de manera solitaria. Hay circunstancias en las que debemos aprender a compartir esas tareas; lógicamente, esto en algunas ocasiones nos puede llevar a tratar de tener más paciencia, puesto que no todas las personas trabajan a nuestro ritmo.
Pero... si nada de lo que se ha comentado coincide con la impaciencia que se vive, hay que analizar otras razones o circunstancias y tratar de aceptarlas, sobre todo por nuestra salud mental y emocional.
Por ejemplo, es muy importante hacernos ciertos cuestionamientos: ¿Por qué estoy impaciente? ¿Qué me pone impaciente? ¿Cuándo me puse impaciente? ¿Algo me preocupa que pueda o no resolver? ¿Quizás sean las personas con las que convivo o en particular una de ellas, que no se ha tenido el suficiente acercamiento para entenderla y tratar de convivir? ¿Si se está prejuzgando algo o alguien sin conocerlo? La invitación es entonces meditar en ello para identificar de entrada el porqué de esa actitud negativa de impaciencia y si se justifica, pero de manera muy sincera hacia nuestro interior.
Una vez identificado, hay que trabajar más en desarrollar y ejercer la paciencia como un valor de nuestra personalidad, poco a poco, paso a paso, cambiando la actitud, nuestros hábitos, buscando esas pequeñas cosas que nos hacen relajarnos, administrando nuestro tiempo, sonriendo más. Hay que respirar profundamente antes de emitir una palabra o un gesto desagradable que pueda perjudicar u ofender a los demás, buscando desarrollar esa fortaleza de ser más paciente. No cambiarán las cosas de la noche a la mañana, pero se habrá dado un gran paso.
Recordemos que no todas las cosas son fáciles para todos. Requiere tiempo, conocimiento, trabajo y mucha paciencia para lograr nuestros objetivos con calidad.
Así que... ¡A trabajar en la paciencia como un hábito que debemos ejercer todos los días!