El tesoro al final del arcoíris
Hasta ahora encontré una manera de simplificar las cosas; li resumiré en pocas palabras...
GUSTAVO CERATI
He buscado pistas entre las líneas de cientos de libros. He estado en lugares inhóspitos, lo mismo que en lugares llenos de vida; he ido de la ceca a La Meca, del Cenit a Nadir, del norte al sur, y he hecho todo cuanto ha estado a mi alcance con tal de tratar de encontrar todo aquello que me servirá en mi propósito de ser más que un ser viviente; es decir, de ser un humano consciente de su existencia con propósito; consciente de la existencia del prójimo y de todo lo que está a nuestro alrededor.
He buscado y, es hasta ahora, que por fin encontré una manera de simplificar las cosas. Lo resumiré en pocas palabras: La mejor manera de llevar a cabo nuestra existencia es haciéndonos responsables de nosotros mismos.
Siendo responsables de nuestras acciones, de nuestra alimentación, de nuestros pensamientos, de nuestras obligaciones y de todas y cada una de las cosas que nos presenta nuestra vida diaria.
Ser responsables de lo que decimos y hacemos nos permitirá tener más control y más sencillez sobre el devenir de nuestra vida. Así de sencillo puede ser el estar conscientes, entonces nos daremos cuenta que la vida, más que sufrimiento y caos sin sentido, nos ofrece las respuestas a todas nuestras preguntas y las respuestas a todas nuestras necesidades.
Por otra parte, es muy sencillo darnos cuenta que, al parecer, la mayoría de las personas a nuestro alrededor no son responsables de su ser; tal parece que no se han dado cuenta que es necesario auto responsabilizarnos para entender, por ejemplo, que no debemos tirar basura; que hay que respetar los espacios de los demás, para respetarnos a nosotros mismos; para darnos cuenta que el tener hijos es una responsabilidad mucho más gratificante que unos minutos de placer; de que el ser ciudadanos nos obliga a participar en nuestra sociedad de alguna manera, y saber que es nuestra propia responsabilidad nutrir nuestro cuerpo y alma con palabras de sabiduría y con acciones solidarias. Hay que, pues, cultivarnos, de otra manera la vida nos parecerá absurda.
Así de fácil, para vivir una vida gratificante hay que comprometernos con nosotros mismos; de nuestras acciones y pensamientos y, hasta entonces, comenzaremos a sentir que nuestra mente por fin nos estará permitiendo romper el cascarón y poder salir a enfrentar esta vida que tenemos, con los ojos bien abiertos, los brazos estirados, pero sobre todo, con el corazón contento y rebosante de afecto para regalar, ya que éste sería nuestro tesoro al final del arcoíris.
“Toda esa gente dice que te ama, toda esa gente dice que te odia y te vas, y te vas, confundiendo”
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