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Las Plumas

El caso Mulvaney

La batalla de la diversidad sexual

Jesús Carvajal Moncada

Dylan Mulvaney, una persona conocida como “trans”, debido a que cambió su sexo, de hombre a mujer mediante una operación, colaboró con la empresa productora de la cerveza Bud Light para hacer una campaña a favor de ésta en los Estados Unidos, lo que se traducía como una iniciativa de la empresa a favor de la diversidad de géneros sexuales. Como era de esperarse, hubo muestras de aceptación de parte de la comunidad LGBT+, y personas heterosexuales. Por otra parte, se registraron también posturas en contra de parte de senadores del partido republicano y personas que rechazan la diversidad sexual. Incluso, se dio el caso del cantante de rock Kid Rock que aparecía disparando un rifle contra algunas latas de la cerveza, donde, por cierto, aparecía el rostro de Mulvaney.

Inclusive, se anunció un boicot para Bud Light, y aunque no fue generalizado, sí influyó para que en el mes de mayo bajarán sus ventas en un 28.4 por ciento, lo que llevó a que, a principios de junio, dejará de ser la cerveza más vendida en la Unión Americana, siendo desplazada por la mexicana Modelo Especial.

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Después de esto, la empresa Anheuser-Busch InBev, dueña de Bud Light, dejó de utilizar la figura de Mulvaney para publicitar dicha cerveza y anunció cambios en sus estrategias de mercadotecnia. Incluso, los ejecutivos que apoyaron la campaña de ventas con apoyo de una persona trans, fueron despedidos. Todo ello por supuesto, para detener el boicot en su contra, lo que decepcionó a miembros LGBT+ y a la propia Mulvaney, quien ha manifestado que fue abandonada por la empresa ante las críticas, insultos y ridiculizaciones de que ha sido objeto.

Más allá de estrategias de ventas que no necesariamente deberían afectar las preferencias de las personas en ningún sentido, porque el consumir Bud Light a partir de la campaña de Mulvaney no convertirá a ningún ser humano en homosexual o transexual automáticamente, el fondo del asunto es una batalla cultural, donde por un lado se encuentran quienes buscan un reconocimiento de la sociedad hacia formas distintas de vivir la sexualidad. Su reclamo se basa en que la única diferencia está en poseer una identidad sexual que no encaja en la dualidad masculino-femenino, pero no por ello se trata de personas nocivas para la sociedad necesariamente. En lado contrario, los grupos conservadores consideran que ser LGBT+ es ir en contra de la naturaleza del ser humano, y, por tanto, esto no puede ser positivo. En posiciones más radicales, consideran que la diversidad sexual puede llegar a pervertir valores aceptados por la sociedad y afectarla negativamente, al seguirse formas de vida sexual inmorales.

El boicot de un parte de los consumidores hacia Bud Light demuestra que, pese a la insistencia en los medios de información, en el cine y la televisión, de ser políticamente correctos y aceptar toda forma de diversidad, las posturas en contra de ésta y las formas de discriminación, continúan. En el cine de Hollywood, por ejemplo, hay espacios para la comunidad negra, las mujeres, niños y adolescentes, personas latinas y asiáticas, en gran cantidad de películas. El profesor Dumbledore, de la serie de Harry Potter y Animales Fantásticos, revela, en la tercera entrega de ésta última, su orientación gay. En la segunda película de Sexo, Pudor y Lágrimas, se incluye a una persona trans, que juega un papel importante en la trama y se muestra cómo la realidad en cuestiones sexuales ha cambiado a poco más de veinte años de la primera realización. Como estos, hay muchos más ejemplos de personas de diversas orientaciones sexuales en películas, series y libros, aún y cuando en ocasiones no es estrictamente necesario que se revele una preferencia sexual específica.

De cualquier forma, un asunto es lo políticamente correcto, y otro es la realidad que vivimos. Cuántas personas afirmarán en público que se debe respetar los derechos de toda persona a seguir la orientación sexual que desee, mientras en privado muestran su desacuerdo, o no se relacionan en lo posible con ese tipo de personas, por temor a ser atacados fuertemente o perder su trabajo. Los senadores republicanos en cambio, no se ven en riesgo de perder su puesto, porque cuentan con el apoyo de una porción importante de la sociedad.

En México también se viven fenómenos de discriminación y violencia incluso, hacia la comunidad gay y trans. Igualmente se presenta una batalla entre posiciones, menos rígidas algunas y radicales otras. Entre éstas, los trans que exigen llamar a las mujeres “personas menstruantes” o “no hombres”, lo que es una exageración evidente, mientras los conservadores afirman que dar poder a la comunidad LGBT+ llevará al deterioro y perdición de la sociedad.

Las posiciones moderadas buscan que se respete cualquier orientación sexual sin juzgar anticuadamente, esto de negativo, y siempre y cuando no se atente contra la integridad de alguien más. Incluso, cuando una persona manifieste respetar a  los gay y trans, por ejemplo, pero esté en desacuerdo con esa forma de vida, no sea atacada, porque ello también es una forma de intolerancia.

Algo que puede ayudar es dejar de considerar a las posturas antagónicas como una batalla cultural y buscar la forma como la sociedad puede convivir dentro de diversas formas de vivir la sexualidad, algo que exige flexibilidad y apertura en lo personal.