El asesinato de Kennedy

El periódico era el único que circulaba por las calles. Era vendido por papeleritos que recorríamos la capital del territorio de Baja California

El asesinato de Kennedy

El 22 de noviembre de 1963. Apenas había cumplido 13 años. Recuerdo con toda claridad esa fecha como si fuese hoy, el día trágico en que las balas asesinas alcanzaron al entonces presidente de Estados Unidos.

En ese tiempo, al igual que muchos chamacos de mi barrio, vendía periódicos en mi tierra natal. El diario era un vespertino llamado Últimas Noticias.

La imprenta se ubicaba en el pleno centro de la hermosa ciudad de La Paz. Sí, esa entrañable tierra sudcaliforniana que me vio nacer y trabajar desde niño.

El periódico era quizás el único que circulaba por las calles. Era vendido por una docena de papeleritos que recorríamos la ciudad capital del otrora territorio de Baja California.

Ese día infausto para la historia universal es una fecha inolvidable que, año con año, me hace recordar viejos tiempos.

Era un niño que por mutuo propio había decidido estudiar la escuela secundaria en la noche con el propósito de trabajar de día para ayudar a mi madre.

En esa imprenta me gané los primeros pesos. A cada mozalbete nos daban cincuenta centavos por cada periódico que vendíamos. Adicionalmente, un joven que regenteaba el negocio, propiedad de Don Arturo, le encantaba hacer pelear a los chamacos en tanto se llegaba la hora en que salía a la venta el periódico.

Al joven que se reía y convivía de tú a tú con los chamacos le apodaban "El Chiras". Por cierto, era el hijo mayor de Don Arturo. Al joven atrevido le encantaba llevarse con los mozalbetes. Para divertirse con nosotros, nos hacía pelear entre los chamacos por una paga de un tostón al ganador del pleito a mano limpia. Él era el réferi y decidía, por lo tanto, quién era el vencedor. El gladiador victorioso ganaba cincuenta centavos. Para nosotros era mucho dinero. En esa imprenta, ubicada por la calle Constitución, gané mis primeras peleas.

Mi madre nunca supo

Mi padre sí, pero él me alcahueteaba todo.

El 22 de noviembre fue un día inolvidable para los chiquillos que estábamos acostumbrados a repartirlos a esa hora. Simplemente no salía la edición. Obviamente, no sabíamos la razón del retraso. Impacientes esperábamos. La tardanza de aquella edición y sus titulares se quedaron grabados en nuestras mentes infantiles y, por supuesto, están registrados en la historia universal.

La edición tardaba. Nadie decía ni explicaba nada. De pronto, hasta la calle se escuchó el grito desaforado del "Chiras".

Escuchamos claramente la expresión: ¡Paren la edición!

Luego, apesadumbrado, nos dio a conocer la noticia que recorrió el mundo: ¡Mataron al presidente Kennedy!

La edición tardó en salir. Por fin, a las dos de la tarde el periódico salió al público.

A ocho columnas decía: ¡ASESINAN AL PRESIDENTE KENNEDY!

Ese día vendí el doble de los periódicos: 60.

Cuando llegué a casa mi madre ya me esperaba con el cinto en la mano. Pensaba que me había ido de vago. No tenía razón. La vagancia nunca fue mi pasión.

El trabajo creador, sí.

Era el 22 de noviembre de 1963.

Muchos años han pasado y no olvido este día infausto: 22 de noviembre.